Las mujeres indígenas de Tungurahua nunca salen de su casa sin una washka (collar), el cual se destaca en las culturas Chibuleo, Tomabela, Salasaka y Quisapincha.
No es un collar común y corriente; los colores de las piedras, la cantidad de hebras que se envuelven en el cuello y los adornos de plata, como monedas y cruces, que se colocan dispersas junto a cada esfera, tienen diversos significados.
Cada detalle está relacionado con la cosmovisión andina y la posición socioeconómica de una mujer indígena.
Jenny Ainaguano, empresaria y comerciante, explica “que en la antigüedad todas las mujeres de su comunidad en Chibuleo usaban las washkas caras hechas con piedras de coral antiguo y plata, que les regalaban las abuelas. Pero hoy, muy pocas las conservan y visten con ellas en el día a día”.
En el pasado, los corales rojos, las piedras blancas y de tonos azulados eran los únicos materiales que se utilizaban para fabricar las joyas. Pero el alto costo de las piedras y la aparición en el mercado de las imitaciones de plástico influyeron en la desaparición de los collares originales.
Símbolo del sincretismo
“Cada color tiene una simbología. Las washkas rojas, por ejemplo, representan la purificación y la fuerza. Las blancas son un símbolo de fertilidad, por esta razón en algunas comunidades las familias aún acostumbran a regalar un collar de ese matiz para augurar una descendencia numerosa”, afirma Ainaguano.
Para María Felipa Quinatoa, indígena de Tungurahua, las washkas son un símbolo del sincretismo de las creencias indígenas y la religión. “Las monedas y las cruces son adornos que empezaron a colocarse en los collares desde la época del mestizaje. Estas washkas son una muestra de cómo las creencias españolas se fusionaron con el pensamiento indígena”, menciona Quinatoa.
Fuente: La Hora (Quito)
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