El documental
“Historias del caucho en la Amazonía peruana” apuesta a recuperar la memoria
del genocidio sufrido por muchos pueblos amazónicos por obra de los barones del
caucho a fines del siglo XIX y principios del siglo XX. En la década de 1870,
comenzaron a descubrirse la infinidad de aplicaciones que tenía el jebe de este
árbol silvestre en la industria moderna. Los altos precios hicieron que su
recolección fuera muy rentable.
Surgieron entonces, en Brasil, el Perú y Colombia, empresarios que se encargaron
de organizar la exportación. El paso clave para el crecimiento de la extracción
fue esclavizar a los indígenas, convertirlos en recolectores forzados del
caucho. Y lo decisivo fue la violencia y el terror. Cada trabajador tenía
asignada una cuota a entregar. Si no la lograba cumplir, los castigos eran
terribles: azotes, seccionamiento de un brazo o una pierna o, finalmente, la
pérdida de la vida misma.
Los indígenas nunca contaron con el apoyo del Estado Peruano, cuyas autoridades (jueces, gobernadores, policías) tendieron a ser cómplices de los barones del caucho. Invadidos por la ambición de los caucheros, los indígenas, sin armas modernas ni la malicia como para descubrir las intenciones de las empresas, se dejaron avasallar en un trato que se fue volviendo más cruel cuanto menor era su capacidad de defenderse de los caucheros.
Nunca hubo sanciones para los criminales, de manera que el negocio continuó, floreciente, hasta que los precios del caucho cayeron drásticamente por la entrada en producción de plantaciones británicas en el sudeste asiático. Entonces, el negocio perdió rentabilidad y la producción disminuyó drásticamente.
En una sociedad embotada por el racismo, lo que le pudiera suceder a los indígenas amazónicos no era algo que despertara la solidaridad ciudadana entre los peruanos. Definida la Amazonía como un territorio vacío, los indígenas eran vistos como (casi) animales que tendrían que ser civilizados gracias a la imposición de la cultura criolla-occidental.
Los indígenas nunca contaron con el apoyo del Estado Peruano, cuyas autoridades (jueces, gobernadores, policías) tendieron a ser cómplices de los barones del caucho. Invadidos por la ambición de los caucheros, los indígenas, sin armas modernas ni la malicia como para descubrir las intenciones de las empresas, se dejaron avasallar en un trato que se fue volviendo más cruel cuanto menor era su capacidad de defenderse de los caucheros.
Nunca hubo sanciones para los criminales, de manera que el negocio continuó, floreciente, hasta que los precios del caucho cayeron drásticamente por la entrada en producción de plantaciones británicas en el sudeste asiático. Entonces, el negocio perdió rentabilidad y la producción disminuyó drásticamente.
En una sociedad embotada por el racismo, lo que le pudiera suceder a los indígenas amazónicos no era algo que despertara la solidaridad ciudadana entre los peruanos. Definida la Amazonía como un territorio vacío, los indígenas eran vistos como (casi) animales que tendrían que ser civilizados gracias a la imposición de la cultura criolla-occidental.
Todo esto es
historia relativamente sabida. Pero lo que era apenas conocido es el impacto
que la esclavización y la explotación tuvieron en las diferentes etnias
indígenas. Gracias al documental de Wilton Martínez, basado en testimonios de
ancianos y antropólogos, y en archivos fotográficos y fílmicos, nos acercamos
al significado que tuvieron –y siguen teniendo– estos acontecimientos para las
familias agredidas por el colonialismo cauchero.
La manera en que se
atesoran y comparten los recuerdos hace sentir que los abusos hubieran ocurrido
ayer, y no hace más de 100 años. Resulta muy conmovedor escuchar a los hijos de
los sobrevivientes, pues transmiten el sufrimiento de sus padres de manera que
a través de la compasión y el horror lo hacemos un poco nuestro. Nos
identificamos con ellos.
La narrativa del
filme tiene como protagonistas a los hijos y nietos de los indígenas torturados
o asesinados. Para los descendientes, escuchar nuevamente estas historias puede
resultar un suceso traumático. Son hechos que no se pueden olvidar pero que
tampoco se comprenden. Son los pilares de una memoria que los identifica como
indígenas amazónicos.
Quien escucha a sus
padres y abuelos, siente los agravios que sufrieron como si fueran propios. La
continuidad de la conciencia étnica pasa, de padres a hijos, por asumirse como
víctimas de una feroz injusticia y de una falta absoluta de solidaridad de
parte del resto de la sociedad peruana. En cambio, el que no quiere escuchar,
quien desea olvidar, tiene abierto el camino de la deculturación y el individualismo.
El problemático desenraizamiento y la falta de referentes para saber quién es
uno.
Qué importante
hubiera sido que todos los peruanos conocieran las memorias del caucho. Si este
fuera el caso, es muy probable que la insurrección senderista hubiera tenido un
desarrollo menos sangriento. Pero en el Perú es difícil aprender, de manera
que, en la represión del terrorismo de la década de 1980 volvieron a actuar los
estereotipos racistas en torno a la insignificancia de las vidas indígenas.
En el Lugar de la Memoria se tiene que ir construyendo, poco a poco, una gran narrativa que articule los relatos de lo acaecido en el período 1980-2000. Una garantía para que algo así no pueda repetirse.
Asusta mucho el nivel de sadismo al que podemos llegar hombres y mujeres. “Historias del caucho en la Amazonía peruana” nos lleva al abismo de muerte e inhumanidad todavía tan característico de la sociedad peruana, a sus discriminaciones étnico-raciales, su capacidad para reproducir traumas, en lugar de enfilarse, mediante el recuerdo y comprensión de lo injurioso, hacia la reconciliación y el olvido.
En el Lugar de la Memoria se tiene que ir construyendo, poco a poco, una gran narrativa que articule los relatos de lo acaecido en el período 1980-2000. Una garantía para que algo así no pueda repetirse.
Asusta mucho el nivel de sadismo al que podemos llegar hombres y mujeres. “Historias del caucho en la Amazonía peruana” nos lleva al abismo de muerte e inhumanidad todavía tan característico de la sociedad peruana, a sus discriminaciones étnico-raciales, su capacidad para reproducir traumas, en lugar de enfilarse, mediante el recuerdo y comprensión de lo injurioso, hacia la reconciliación y el olvido.
Fuente
Memoria y Sanación
por Fernando Portocarrero – Diario El Comercio (Perú) – 24 de Mayo de 2.017
‘Historias del caucho’, el
documental de un capítulo no contado en la escuela
El
filme, sobre la crueldad contra miles de indígenas a inicios del siglo XX, será
usado en aulas de secundaria de Per
Historias del caucho en la Amazonía
peruana es un largometraje sobre las vidas de cuatro jóvenes artistas
plásticos de las etnias huitoto, bora y ocaina, de la selva norte de Perú,
y las de sus abuelos y bisabuelos que sufrieron la violencia y el abuso como
obreros en la extracción del caucho y
jebe, a inicios del siglo XX, en la empresa del peruano Julio César
Arana. El negociante se hizo de una fortuna a costa de unos 30.000 indígenas,
quienes murieron a causa de ese modelo de explotación.
Además de los testimonios y los
recuerdos familiares de esa dura vida en la Amazonía,
el director del filme, el antropólogo Wilton Martínez, incluye entrevistas a
investigadores especializados en el período de auge de las gomas, y cita
secciones del informe del cónsul británico Roger Casement, quien en 1910
describió cómo los barones del caucho mantenían en situación de semiesclavitud
a los indios, pues no les pagaban en moneda, sino con telas o productos a
precios sobrevalorados.
Arana desarrollaba sus actividades en la frontera entre Perú y
Colombia, y alertado de una posible guerra entre dichos países,
inscribió su empresa en la Bolsa de Londres para protegerla si una parte del
territorio donde recolectaba las gomas se escindía de Perú.
El largometraje relata que el
estadounidense Walter Hardenburg alertó por primera vez de dichos abusos en
1907. “Los agentes de la compañía fuerzan a los pacíficos indios del Putumayo a
trabajar día y noche, sin la más mínima remuneración, excepto la comida para
mantenerlos con vida. Les roban sus cosechas, sus mujeres y sus niños. Los
azotan inhumanamente hasta que sus huesos quedan expuestos. Los dejan morir. A
los niños les golpean las cabezas contra los árboles y paredes, hasta que el
cerebro vuela. Para entretenimiento, disparan a hombres, mujeres y niños, y los
queman con Kerosene para que los
empleados disfruten la desesperada agonía”, reportó el viajero.
La noticia fue publicada, pequeña, en la
prensa de Lima y llegó a Londres. Dado
que Arana contrató a ciudadanos británicos de Barbados que también sufrían
estos abusos, el Parlamento británico envió a Casement a investigar.
Los capataces de la Peruvian Amazon
Company, de Arana, mataban a los peones y a sus hijos si los consideraban
flojos, y violaban a las niñas y a las mujeres para mantener al grupo
aterrorizado y bajo control, pero también para producir más mano de obra,
explica el documental de 70 minutos. Todo ello ocurría pese a que la esclavitud
había sido abolida y Perú era una república.
Elena Burga, directora de Educación
Intercultural Bilingüe y Servicios en el Ámbito Rural, del Ministerio de
Educación, indicó a EL PAÍS que un primer tiraje del documental y una guía
pedagógica para trabajo en el aula –de cuarto y quinto de secundaria– estarán
listos en un par de meses, ya que el tema nunca ha sido tratado en las
escuelas. En 2018 continuará la distribución en un mayor número de bibliotecas
escolares.
La narración de Historias del caucho va constantemente del
presente al pasado y, así como documenta la historia trágica, muestra los
logros de jóvenes que nacieron en la zona de explotación de las gomas, después
de 1980, pero crecieron sin conocer cómo sufrieron sus antepasados.
Rember Yahuarcani, Brus Rubio, Pablo
Taricuarima, Rubén Medina y Santiago Yahuarcani, formados en filosofía y artes
plásticas, honran con sus pinturas y proyectos las costumbres de sus pueblos,
la sabiduría de sus mayores y el haber resistido la violencia. Medina, uno de
los protagonistas, aparece con su bebé en tareas de cosecha, aprendiendo desde
muy temprano cómo tratar la tierra.
El director del filme, presidente del
Centro de Antropología Visual del Perú, aseguró que uno de los mayores aportes
de este documental es “el entretejido interdisciplinario (antropología,
historia, educación, arte), intergeneracional e intercultural (voces indígenas,
migrantes e investigadores)” que lo conforma.
“Otro elemento central, presente tanto
en el documental como en la muestra, es la estructura cíclica de los géneros
literarios clásicos (lírica, tragedia, comedia y épica) como terrenos psíquicos
que componen la narrativa del caucho”, añade Martínez, en alusión a una
exposición museográfica-artística sobre el tema que permanecerá en el Lugar de
la Memoria (LUM), en Lima hasta el 31 de julio.
La próxima proyección mensual del
largometraje en el LUM es el 8 de junio, aunque a solicitud de otras
instituciones, seguirá recorriendo el Perú.
Fuente
Diario El País (España) – 3 de Junio de
2.017. Escrito por Jacquiline Fowks
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