Uno de los primeros ensayos de evangelización de los indios guaraníes dio lugar a un episodio rico en enseñanzas etnológicas y religiosas, e incluso lingüísticas. Martin del Barco Centenera, sacerdote y soldado, dedica un canto de poema épico “Argentina” a la insurrección de Overa, un indio guaraní de la región del Paraná quien, por algún tiempo, representó un serio peligro para la naciente colonia española en el Paraguay (y la región).
Como veremos en el poema escrito se presenta a Overá revestido
de carácter mesiánico, con un origen divino y una misión de salvación de su
pueblo. Guarda escondido un cometa aparecido en aquel tiempo que oportunamente
empleará para la destrucción por fuego de los españoles. Guyraró, su hijo, es
su pontífice “con cargo de que fuese borrando los nombres que a toda su nación
habían impuesto los cristianos, y confiriéndoles con un nuevo bautismo, nuevos
nombres según antiguos ritos.
Obera, como digo, se llamaba,
que suena resplandor en castellano.
En el Paraná Grande éste habitaba,
el bautismo tenía de cristiano.
Mas la fe prometida no guardaba,
que con bestial designo a Dios, tirano,
su hijo dice ser y concebido
de virgen, y que virgen lo ha parido.
La mano está temblando de escribillo,
mas cuento con verdad lo que decía
con loca presumpción aquel diablillo,
que más que diablo en todo parecía.
Los indios comenzaron de seguillo
por todas las comarcas do venía,
atrajo mucha gente así de guerra,
con que daños hacía por la tierra.
Dejando, pues, su tierra y propio asiento,
la tierra adentro vino predicando;
no queda de indio algún repartimiento
que no siga su voz y crudo mando.
Con este impío pregón y mal descuento
la tierra se va toda levantando,
no acude ya al servicio que solía,
que libertad a todos prometía.
Mandoles que cantasen y bailasen,
de suerte que otra cosa no hacían,
y como los pobretes ya dejasen
de sembrar y coger como solían,
y sólo en los cantares se ocupasen,
en los bailes de hambre se morían,
cantándoles loores y alabanzas
del Obera maldito y sus pujanzas.
Un hijo que éste tiene se llamaba
por nombre Guiraró, que es palo amargo.
Del nombre Papa aquéste se jactaba.
Con éste el padre, dice: «Yo descargo
la grande obligación que a mí tocaba
con darle de pontífice el encargo».
Aquéste es el que viene bautizando,
y los nombres a todos trasmutando.
No quiero más decir de sus errores
de que andaba la tierra alborotada
en todo el Paraná y sus rededores;
y así se fue tras él de mano armada.
Mas como éste tenía corredores,
y gente puesta siempre en gran celada,
en viendo la pujanza conocida
del enemigo, pónese en huida.
Martín Barco de Centenera y el historiador jesuita Pedro
Lozano, que le sigue, dan a este hecho una explicación que quiere ser simple:
Overa había escuchado la predicación de un tal Martín González, clérigo, quien
hablara a los indígenas de la destrucción de la torre de Babel; de que David,
armado con una pequeña honda, había vencido a Goliat, protegido con su cota,
además de “otros hermosos y elevados misterios que no tenían que ser tratados
delante de indios”. Según Barco de Centenera, el indio es rudo y corto de
entendimiento, es voluble y le gusta seguir las novedades; es como una
criatura, a quien hay que proponer la fe con sencillez, como leche y no pan con
corteza. A todo esto había venido a sumarse la perfidia del citado Overá, la
fuerza de su palabra, sus promesas de libertad y la vuelta al antiguo modo de
vida, su inagotable idolatría, sus amenazas e incluso, según Lozano, su
lujuria.
No obstante, todos los
hechos que caracterizaron a esa revuelta pueden ser interpretados como la
expresión de una crisis mítico-religiosa, que conoce múltiples manifestaciones
a lo largo de esa segunda mitad del siglo XVI y la primera mitad del siglo
XVII.
Se suceden los
movimientos de liberación mística, aparecen en escena numerosos mesías y
profetas, y los casos de “habitación mística” presentan en la época un carácter
casi endémico. La agitación socio-religiosa de Overa se enraiza en el mundo
guaraní que, con sus estructuras místicas propias, hacía posible la eclosión de
tales movimientos mesiánicos en momentos en que la antigua cultura guaraní se
ve particularmente amenazada por la dominación española, ya sea la de los
conquistadores o la de los misioneros. Al verse presa del miedo y la
desesperación, el indio guaraní se vuelve naturalmente hacia sus “cantores y
hechiceros” que lo llevarán a la Tierra sin Mal, Yvy Marae’ỹ
Bartomeu Melia : La lengua Guaraní en el Paraguay Colonial
. Páginas 23 al 27. Centro de Estudios Paraguayos Antonio Guasch.
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