El maestro Bernardino Cabrera, músico y constructor del rave-í, retomó la labor de confeccionar el instrumento de cuerda, con el objetivo de enseñar a los jóvenes este procedimiento minucioso para luego extraerle melodías.
Bernardino aprendió la luthería y la música de su padre, el sabio Don Mario, que a sus 86 años quedó ciego, pero en su figura de opygua bregó por el buen destino de su gente y por la salud del cuerpo y del alma.
Bernardino busca que se sepa el valor de la música mbya, tanto entre los integrantes de su pueblo como en toda la sociedad.
A los 7 años comenzó a tocar el rave con canciones dedicadas al zorzal y al colibrí. “Toda la música mbya tiene que ver con la naturaleza, con el canto de los pájaros y el ciclo de las estaciones, para mí es una música muy rica que agradece a la vida y que pide por el bienestar, la paz y la armonía”, explicó.
La idea del hombre es interesar a los jóvenes de su comunidad en el aprendizaje de la construcción de este instrumento que se asemeja al violín pero que los originarios tienen una manera muy particular de tocarlo.
“Estamos incentivando para que los jóvenes aprendan, porque los niños y los jóvenes son el futuro de nuestro pueblo y todo lo que es nuestra cultura tenemos que enseñar. Cada uno, desde su lugar y lo que sabe, tiene que enseñar”.
Fabricar el rave-í le toma a Bernardino casi dos meses. La tarea comienza con la obtención de la madera de cedro, mientras que el diapasón y las clavijas son de guayubira y las cuerdas de fibras naturales o nylon.
“No queremos cortar los árboles, se aprovechan los árboles caídos”
La caja del ravé se hace de una pieza única ahuecada con formón, también la tapa es de cedro. “Hacer la cavidad para la caja es lo que lleva más trabajo y todo se hace con tres herramientas una pequeña sierra, un formón y un cuchillo tipo machete”, graficó acerca de las etapas para obtener un buen rave-í que dure muchos años.
“Nosotros queremos enseñar a todos nuestra música, si no son mbya pero se acercan con respeto y nos consultan y escuchan nosotros somos felices de compartir. Nuestra cultura es muy hablada, eso viene de mucho tiempo. Hoy se escribe más, los jóvenes escriben, los niños van a la escuela, pero nuestros ancianos sólo tenían la voz para enseñar y nosotros tenemos que transmitir, dejar esos saberes para el futuro”, propuso Bernardino.
Nota: El Territorio.
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