Poco se imaginaba Vicente López y Planes el 11 de mayo de 1813 que su Marcha Patriótica iba a resultar un campo de batalla entre los argentinos. Hitos de esa música que pega en el pecho vayas a dónde vayas.
En 1812 la Logia Lautaro de San Martín y Alvear aceleraba el pulso revolucionario con un Segundo Triunvirato más ejecutivo y patriota, que impulsó la primera asamblea democrática criolla, la Asamblea del Año XIII. Entre sus gloriosas medidas sociales y económicas, abolición de la mita y la encomienda a los indios y gauchos, y la libertad de los hijos de esclavas nacidos luego del 31 de enero de 1813, estuvieron las instauración de los símbolos patrios como el escudo nacional, y el 25 de Mayo, fiesta cívica con el fin de “inmortalizar el día del nacimiento de la Patria”. Y un Himno, “téngase por única marcha nacional, debiendo por lo mismo, ser la que se cante en todos los actos públicos”, lo sancionaban el 11 de mayo de 1813 los legisladores de las libres Provincias Unidas del Río de la Plata, con los versos de Vicente López y Planes. Un canto patrio que perdura hasta del día de la fecha en su sentido esencial. Un himno que en sus idas, y vueltas, habla de la argentinidad que supimos conseguir en estos 200 años.
“Oíd mortales el grito sagrado/Libertad, libertad, libertad/Oíd el ruido de rotas cadenas” se escucha después de varios minutos de una larga introducción que compuso el catalán Blas Parera, siguiendo el modelo de las óperas italianas del momento, que anticipaban en el lenguaje abstracto musical las escenas, en éste caso una melodía heroica y épica -algo que la hinchada argentina agradecerá eternamente, y que nos diferencia de otros himnos “más hablados” Antes de pasar al músico comentamos que López y Planes, un hábil político que llegó a suceder en la presidencia del país a Rivadavia en 1827, fue juez con Rosas y gobernador con Urquiza, no era la primera opción del Triunvirato en 1812. “Se recomienda muy eficazmente al patriótico celo de V.E. el que se encargue de mandar hacer una composición sencilla, pero majestuosa e imponente (...) que en todos los espectáculos públicos se entone al principio de ellos, con la dignidad que corresponde a la marcha de la patria, debiendo en el entretanto permanecer los concurrentes en pie y destocados ”, citaba el oficio y proponía que se cante todas las mañanas, en cada escuela. Así que en noviembre de 1812 Fray Cayetano Rodríguez compone un marcha patriótica, con música de Parera, y que fue aprobada pronto por el gobierno, pero envejeció con las victorias de Belgrano en el Norte. Y anteriormente ya se habían oficializado los versos de Esteban de Luca, y que llegaron a ser entonados en las calles porteñas, “La América toda se conmueve al fin, y a sus caros hijos convoca a la lid; a la lid tremenda que va a destruir a cuantos tiranos la osen oprimir”, recitaba este poeta y patriota (fundamental en armar al Ejército de los Andes), amigo de López y Planes, y quien parece estaba una tarde en el salón de Mariquita Sánchez de Thompson recitando los versos de su compinche. Y allí entra en escena Blas Parera.
Para los historiadores Parera es un misterio desde su llegada a Buenos Aires, alrededor de 1797. Algunos los destacan como talentoso músico dirigiendo el único teatro de la ciudad, la Casa de Comedia, e inspirador de los versos de López y Planes, con una soberbia ópera suya el año anterior. Sin embargo existen varios documentos que prueban que Parera no era más que un simple profesor de piano y violín que se ganaba la vida en casas de ricos, tal como lo demuestran las memorias de Mariquita, o que para terminar con el encargo de la Asamblea debió utilizar el piano de de Luca porque carecía del instrumento. Y no solamente era corto de recursos económicos sino que aparentemente de musicales: una de las hijas de Thompson afirmó en 1842 en una carta a su hermana, que Blas se había inspirado en el inglés Himno de David, una pieza que había aprendido de niño. Parera compuso la música en una noche. Tal vez la premura en entregar el trabajo se deban a la difícil situación del peninsular en la Buenos Aires revolucionaria, que partió raudamente de Sudamérica una vez que entregó la música del futuro himno de un país, “meses antes de su partida, el gobierno argentino (recuérdese que el país estaba en guerra) exigió a todos los españoles residentes juramento de fidelidad a la patria naciente y morir por su independencia total, legalizando su adhesión mediante una carta de ciudadanía. Podría ser que la adopción de la nacionalidad argentina hubiera sido una imposición demasiado dura para el catalán, y acaso la causa de su extrañamiento súbito”, comenta el musicólogo argentino Carlos Vega.
Desde el famoso cuadro de Fray Pedro Subercaseaux Errázuriz, en el Instituto Nacional Sanmartiniano, a las películas “La creación del himno” de Mario Gallo, y “El grito sagrado” de Luis César Amadori, tenemos grabada el estreno del himno en una velada de la casa de Mariquita. No existe ninguna prueba sólida de que eso sea cierto y todo parece estar en la mente del escritor Pastor Obligado, que sería el primero que difundiría la imagen en 1900. Este bonito cuadro, en donde se citan a San Martín, Monteagudo, Alvear y la crema y nata de la alta sociedad porteña, no merece una mísera línea en las memorias de Mariquita, fiel retratista de la ciudad pos revolucionaria. Nada. Por las fechas, mayo de 1813, también parece difícil que el Libertador y Monteagudo estuviesen en Buenos Aires “La tertulia de Mariquita no sólo no es mencionada en ningún documento de la época, sino que tampoco la menciona ningún texto del siglo XIX; ni los derivados de la tradición familiar de los López; ni ningún eventual testigo, ni ningún historiador -sintetiza Esteban Buch- En su artículo de 1884 , Lucio López menciona una reunión a la que asistieron todas las mujeres de los primeros salones argentinos…todos los jóvenes de la revolución… pero la sitúa en la Sala del Consulado…. Habrá que esperar todavía un cuarto de siglo y la intervención Obligado y Subercaseaux para mudarse de aquella fría institución económica al salón color de oro de Mariquita”, cierra el historiador, alegando una operación de la oligarquía en medio del aluvión inmigratorio a fin de “preservar” los símbolos patrios de la “plebe” La documentación señala en cambio que fue ensayado por un coro de niños, una comparsa en sintonía a los manifestaciones populares anteriores a la escena romántica propuesta por Obligado, y que fue estrenada con los cantores vestidos de indianos y gauchos en el único teatro porteño, un 28 de mayo 1813. Esto no quita ensayos previos del Himno en el fino salón de la calle Empedrado -actual Florida- de los Thompson, siendo Parera además un empleado más de Mariquita.
“Una tarde, nuestros compañeros, después de beber un vaso de algo estimulante, rompieron con una de sus canciones nacionales, que cantaron con entusiasmo como nosotros entonaríamos nuestro ‘Hail Columbia!’. Me uní a ellos en el fondo de mi corazón, aunque incapaz de tomar parte en el concierto con mi voz. La música era algo lenta, aunque audaz y expresiva”, diría el estadounidense Henry M. Brackenridge en 1817, sobre la marcha que también se conocía como Canción Patriótica Nacional, “Este himno, me dijeron, había sido compuesto por un abogado llamado López, ahora miembro del Congreso, y que era universalmente cantado en todas las provincias de El Plata, así en los campamentos de -José- Artigas, como en las calles de Buenos Aires; y que se enseña en las escuelas como parte de la esencia de la educación de la juventud”, sorprendido el diplomático del fervor -y el conocimiento- de la pieza que pasaría a denominarse “Himno Nacional Argentino” con Rosas en 1842, y sería arreglada dos veces por Juan Pedro Esnaola, amigo íntimo de los Thompson, una vez en 1847 y la otra en 1860, dejando la melodía tal cual entonamos en la actualidad.
El Himno, cuestión de Estado
Con el transcurrir del siglo la letra inflamada de patriotismo, y un himno que sumaba los veinte minutos en la versión completa, que consta de 9 estrofas de 8 versos, más un estribillo de 4, y su deseo de aniquilar a los “fieros tiranos” españoles, eran una espina en las buenas relaciones que la Argentina quería establecer con España, sin nombrar las puertas abiertas a la comunidad hispana que se conformó en una de las mayores colectividades en el país. El nieto de Vicente López y Planes, el ministro del Interior Lucio, promueve en 1893 que solamente se cante la última estrofa en los eventos oficiales, “Ya su trono dignísimo abrieron/Las provincias unidas del Sud/Y los libres del mundo responden:/Al gran pueblo argentino salud” pero es interpelado duramente en el Congreso por esta medida. Recién en 1900 el presidente Roca firma el siguiente decreto, "Dado que, sin producir alteraciones en el texto del Himno Nacional, hay en él estrofas que responden perfectamente al concepto que universalmente tienen las naciones respecto de sus himnos en tiempo de paz y que armonizan con la tranquilidad y la dignidad de millares de españoles que comparten nuestra existencia, las que pueden y deben preferirse para ser cantadas en las festividades oficiales, por cuanto respetan las tradiciones y la ley sin ofensa de nadie; el presidente de la República, en acuerdo de ministros, decreta que en las fiestas oficiales o públicas, así como en los colegios y escuelas del Estado, sólo se cantarán la primera y la última cuarteta y el coro de la canción nacional sancionada por la Asamblea General el 11 de marzo de 1813", dejando establecidos los versos patrios para la posteridad, la primera cuarteta de la primera estrofa, la última cuarteta de la novena y el coro final. Crease o no, en sentido inverso, es el mismo año que Pastor Obligado congela el himno en un salón de la clase alta argentina.
No sería el último intento oficial de modificar el Himno. En 1924 el presidente Alvear encarga a una comisión de notables músicos una versión definitiva, y encuentran un documento en el Museo Histórico Nacional que supuestamente era una transcripción fiel del manuscrito de Blas Parera. Se estrena con pompas este arreglo “original” el 25 de mayo de 1927 en el Teatro Colón y es resistida desde los primeros acordes. Incluso empieza a usarse en los tonos tradicionales, que acentúan el “vivamos” por ejemplo, como provocación en las manifestaciones contrarias al radicalismo y, algunos de quienes cantan la versión de Esnaola frente a la Casa Rosada y el Teatro Colón, son detenidos por la policía. Finalmente el gobierno da marcha atrás, se vuelve a la tradicional de 1860, y el 25 de septiembre de 1929, el Poder Ejecutivo oficializa este trabajo como Himno Nacional Argentino.
Una que sepamos todos
“Historia de los símbolos nacionales argentinos” de Luis Cánepa, “Los símbolos patrios” de Dardo Corvalán Mendilaharsu, “O juremos con gloria morir” de Esteban Buch, “El águila guerrera” de Pacho O´Donnell y “Argentinos” de Jorge Lanata, enumera el profesor Jorge Gentile, son algunos de los libros contemporáneos que siguen intentando reconstruir el ADN del Himno Nacional. Como uno de los tantos temas que dividen aguas entre nosotros, otra grieta y van, la marcha patria adquiere una relevancia política y sociológica mayor con el paso del tiempo.
“Con el golpe de los años treinta y los posteriores se hará presente como parte de la liturgia doctrinaria y de la simbología nacionalista y conservadora en todos los actos oficiales y espacios públicos, comenzando por la escuela: “En todos los actos escolares que corresponda entonar el Himno nacional lo será por la totalidad de los asistentes, sin exclusión alguna. Todos los asistentes permanecerán de pie. Los alumnos mantendrán correcta posición de firmes” (Resolución Ministerial 1635/78).
Contradictoriamente será utilizado por sectores populares para repudiar y denunciar el carácter entregador, cipayo y cobarde de estos gobiernos burgueses. Como relata Pablo Pozzi, en los años ´70: “la inventiva de los obreros, por ejemplo los de Mercedes Benz los cuales recurrieron al Himno Nacional para frenar la ocupación de la fábrica por el Ejército durante una medida de fuerza”. O en 1977, las investigadoras Noelia Cardoso y Vanina Paiva en “Letra y Música de una nación imaginada”, señalan que la simbología del Himno será reapropiada como parte de la lucha de las Madres de Plaza de Mayo quienes “Identificadas con un pañuelo en la cabeza, primera tela del pañal de sus hijos, marcharon sin cantar el Himno Nacional””, señala la periodista, y resume algunos de los usos que se extendieron en movilizaciones y concentraciones, actos y manifiestos, de cualquier bandera o institución, política o social. El Himno es el paragua que pretende unir donde no llegan las palabras, sea cuando reclamamos los problemas comunes, sea en los momentos de alegrías populares.
Las recientes polémicas en las versiones rockeras de Charly García, o Lito Vitale, hacen pensar nuevamente en cómo los argentinos reinventamos los símbolos patrios, y los guardianes de los mausoleos. Incluso en 2014 el Himno volvió a los titulares debido a una movida de dos publicistas que impulsaban la incorporación de una estrofa “perdida”, ya se sabe apócrifa, que se canta en Catamarca, La Rioja y Santiago del Estero al menos desde 1950, y arranca con un “Gracias a Dios, suena ya la hora de la libertad” El Himno Nacional Argentino, aquel que pronto los argentinos hicieron suyos, antes incluso de la Independencia y la Constitución, aquel que promete y obliga con la Patria, “Sean eternos los laureles/que supimos conseguir:/Coronados de gloria vivamos,/¡o juremos con gloria morir!”.
Fuentes:
Vega, C. El himno nacional argentino. Buenos Aires: Eudeba. 1962;
Buch, E. O juremos con gloria morir. Historia de una épica de Estado. Buenos Aires: Sudamericana. 1994;
O´Donnell, P. El águila guerrera: la historia argentina que no nos contaron. Buenos Aires: Sudamericana. 1998; http://www.profesorgentile.com/.../historia-del-himno...
Compartido por Ser Argentino
11 de Mayo de 2021
Por Mariano Oropeza
No hay comentarios:
Publicar un comentario