En México, país pluricultural y pluriétnico, la celebración de Día de Muertos no tiene un carácter homogéneo, sino que adquiere diferentes modalidades según el pueblo indígena o grupo social que la realice. Las variantes rituales son muchas; sin embargo, todas ellas giran alrededor de ciertas prácticas comunes: la bienvenida y despedida de las ánimas, la colocación de ofrendas para los muertos, el arreglo de las tumbas, la velación en el cementerio y la celebración de oficios religiosos.
Los preparativos para estas fiestas varían; algunas comunidades inician el 15 de mayo, con la siembra del cempasúchitl; los últimos días de octubre o el primero de noviembre dependiendo del grupo, da inicio a la celebración, que al parecer está marcado por la preparación de la ofrenda en la que participa toda la familia.
En Zinacantán, por ejemplo, el panteón alberga las tumbas de 18 parajes del pueblo tzotzil, donde los familiares ofrendan caña, chayote, mandarina y refrescos embotellados; algunos dejan latas de cerveza o botellas de posh.
Para los de San Juan Chamula, el Día de Muertos es el 1 de noviembre y el regreso de las almas el día 2; además de que no diferencian entre difuntos adultos y niños, ya que para ellos la familia es una sola. Tienen la creencia de que hay familias enteras ya fallecidas que vienen de visita ese día, de ahí que la unidad subsiste entre los tzotziles, aún después de la muerte. Mientras que en El Romerillo, municipio de San Juan Chamula, mantienen la creencia de que las almas de los difuntos llegan caminando a visitar a sus familiares cada primero de noviembre, por lo que 15 días antes los parientes se organizan y limpian caminos, veredas, patios y alrededores para que “no se pierdan, no se tropiecen al llegar”
Escrito por Mariana Gutiérrez - Noticias/Voz e imagen de Chiapas - 1ro de Noviembre de 2018
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