Perteneciente al cacicazgo de Marayuguá, nació en el pueblo de
Santa María la Mayor, que se halla ubicado entre las localidades de San Javier
y Concepción de la Sierra, dentro del actual territorio de la Provincia
argentina de Misiones. A los 18 años integró como granadero el Segundo
Escuadrón de la Segunda Compañía actuando como trompa de órdenes; participó en
las Campaña del Norte (Salta y Tucumán), integró luego el Ejército de los
Andes, con el que cruzó la cordillera, se batió en Chacabuco y Maipú siendo
miembro destacado del glorioso Regimiento de Granaderos a Caballo, juntamente
con los otros 260 naturales, paisanos de San Martín como éste los llamara, que
se incorporaron a principios de 1813. Luego de la Campaña de Chile se
embarcaron hacia el Perú siempre acompañando al General San Martín desde su
escuadrón predilecto. Habiendo servido al Protector del Perú, sirve luego a las
órdenes de Bolívar y Sucre, dando cima a su agitado correr por los campos de
batalla de América, en el último encuentro con las tropas realistas: Ayacucho,
era el 9 de diciembre de 1824.
Recordemos que para entonces, San Martín ya no se encontraba en
el escenario peruano porque había partido desde el puerto de El Callao, el 21
de septiembre de 1822 a bordo del bergantín ‘Belgrano” rumbo a Valparaíso. (1)
De las tropas solicitadas por San Martín “naturales de buena
talla y robustez, de entre 25 y 35 años de edad” (2), contingente que fuera
llevado a Buenos Aires por el Capitán Antonio Morales y que actuaran según las
circunstancias bajo las órdenes de San Martín, Belgrano, Rondeau, Bolívar y
Sucre, se destacaron por su disciplina, valentía, compañerismo y sanos ideales.
Regresa a las
órdenes del Coronel José Félix Bogado el 13 de febrero de 1826 y a su llegada a
Buenos Aires desfila con los restos del histórico Regimiento por las calles de
la capital argentina. Eran un puñado de hombres adiestrados en un todo por el
Gran Capitán y que hasta el último encuentro demostraron cuánto vale la
disciplina férrea, el tesón y la valentía puestos al servicio de un noble
ideal. Dice al respecto el historiador Antonio Monzón: “Era de los últimos, de
los que recibieron el agasajo de Buenos Aires cuando allá en 1826, liberada
América, desfilaron por sus calles como queriendo dar el último adiós a las
armas, al vistoso uniforme, a las medallas ganadas con honor”. Y continúa
diciendo: “Desde entonces se nos pierden las huellas de Chepoyá. Creemos que
siguió alertando con su trompeta el inminente entrevero en otros campos de
batalla, posiblemente en la guerra con el Brasil; había vivido demasiado el
ambiente bélico como para regresar a su arrasada Provincia, en la cual
posiblemente no hallaría ya a sus familiares”. (3)
Las armas,
pertrechos, uniformes y diversos elementos que pertenecieron al glorioso
Regimiento de Granaderos a Caballo que regresaron ingresando por Mendoza junto
a un grupo cercano al centenar de hombres – entre ellos Miguel Chepoyá – y como
queda dicho a cargo del Coronel Bogado, fueron depositados en los cuarteles del
Retiro, su propio punto de origen. Con tal motivo, por disposición del entonces
Presidente Bernardino Rivadavia, las armas depositadas en el “Cuartel del
Retiro” debían ser “coronadas con una plancha de bronce, en que s lean grabados
los nombres de estos bravos, al pie de una diosa en acción de presentar el
laurel de la paz que han dado al continente por su valor y constancia a toda
prueba”. (4)
A su regreso a la
Patria amada, contaba a la sazón con 30 años de edad, y estando muy próxima a
desatarse la contienda bélica con el imperio del Brasil bajo la corona de
Pedro, es muy difícil que no se haya tentado a combatir junto a sus hermanos
que nuevamente habían sido convocados para esta nueva gesta patriótica. Dice al
respecto Monzón: ‘Sin embargo estaba trazado el sino de la otrora poderosa
Provincia. Misiones debía desaparecer definitivamente del escenario
político, por la contribución cada vez más creciente en pro de la total
independencia nacional y el afianzamiento de los principios federales. Bajo las
órdenes de Félix de Aguirre y cuando todo parecía encauzarse hacia la normalidad,
aunque su población se hallaba diezmada por los acontecimientos históricos
mencionados, el gobierno porteño exige un nuevo sacrificio a la exhausta
población misionera: la contribución en 1825 al ejército nacional, para la
lucha contra el Brasil. Y concurren, así como todos los que se hallaban ya
incorporados desde antes en los distintos regimientos del ejército republicano.
Y es así como, el 19 de marzo de 1826 el estado general de fuerzas de Misiones
en el Cuartel General del Miriñay, dispuestos a incorporarse a dicho ejército
en la lucha contra el Brasil era el siguiente: Primer Escuadrón de Caballería
(Departamento San Miguel) 121 hombres entre Capitanes, Alférez, Sargentos,
Cabos, Tambores y Soldados; Segundo Escuadrón (Departamento de Loreto ) 90 hombres;
Tercer Escuadrón (Departamento Yapeyú) 107 hombres; y Cuarto Escuadrón de
Caballería (La Cruz) 91 hombres; lo que representa un total de 409 hombres con
la plana mayor integrada por un Coronel, un Teniente Coronel, un Sargento
Mayor, cuatro Ayudantes y un porta Estandarte. Sigue diciendo Monzón: ‘Es digno
de tenerse en cuenta que Misiones concurre a esa guerra mientras recibe el
golpe artero del Brigadier Ferré, quien ante ciertas tropelías indígenas
provocadas principalmente por el estado ruinoso en que se hallaba su territorio
exhausto de tanta devastación, prefirió organizar ejércitos y hacer la guerra
al guaraní y así posesionarse al fin de la desgraciada Provincia, que en esos
momentos rendía su último holocausto de sangre, por si fuera poca su contribución
a los ideales de libertad y federalismo”. Y sigue “Misiones desarmada por la
contribución al Ejército Republicano fue presa fácil de Ferré que la sojuzgó,
le impuso gobiernos títeres y culminó su obra destructora haciendo desaparecer
ya definitivamente a la siempre abnegada y sacrificada Provincia de Misiones.
Todo en Misiones y en el guaraní, desde el primer llamado de la Patria, fue
derramamiento de sangre, holocausto de sus hombres, extracción de sus frutos y
haciendas; destrucción de sus pueblos, hambre, desolación, ruinas. (5)
Como sabemos, con los
triunfos de Brown en JUNCAL el 9 de febrero y de las fuerzas de tierra en
ITUAINGÓ el 20 de febrero de aquel histórico año 1827, integrado este último
ejército mayoritariamente por el Ejército de los Andes con sus jefes, oficiales
y tropa, sostenemos que, difícilmente, con tales componentes, pudiera
sustraerse nuestro Miguel Chepoyá a continuar convocando con su CLARÍN DE LA
GLORIA a las armas de la Patria. Nos falta la información necesaria para dar
como un hecho concluyente su presencia en Ituzaingó, pero sí en cambio,
contamos con la particular satisfacción del conocimiento de la caída del
enemigo mortal y acérrimo de otro grande de Misiones el Comandante Andrés
Guacurarí Artigas: el esclavista Abreu. Al respecto dícenos Otero: “el 20 de
febrero de 1827 la victoria había coronado las armas de la Patria en la batalla
de Ituzaingó. Esta batalla había durado seis horas y los imperiales o sea los
brasileños, vencidos por el choque enemigo emprendieron la retirada dejando en
el campo de combate mil doscientos muertos, entre ellos al Mariscal Abreu”. (6)
Nueva página de gloria para las armas de la Patria y para nuestras tropas
misioneras y guaraníes.
Además del permanente
hostigamiento de los luso-brasileños y de los paraguayos, también Francisco
Ramírez, el “Supremo Entrerriano” envía a su valeroso Capitán Gregorio Píriz en
una misión “pacificadora y civilizadora” en el año 1.820. Al respecto nos dice
Don Aníbal Cambas “las tropas vencedoras (de Píriz) recorrieron San José, San
Miguel, San Javier, San Ignacio y otras poblaciones levantando ganado,
trasladando familias en dirección a la frontera correntina y llevando sus
carretas con yerba, ornamentos y campanas de las Iglesias. (7)
Che – Pó – Yá: Mi mano
doy o apoyo, yo apoyo con mi mano, en definitiva, Yo Apoyo; son algunas
posibles interpretaciones etimológicas del apellido guaranítico de nuestro
héroe y vaya que sí, cualesquiera de ellas o incluso algunas otras más que no
pueden alejarse substancialmente de lo ya expresado, son una cabal descripción
de lo que en sí mismo constituyó Miguel Chepoyá, es decir, alguien que apoyó y
cómo, a todo el proceso de emancipación en que transcurrió su tiempo vital,
desde Chacabuco hasta Ayacucho seguro, y muy posiblemente hasta la misma
Ituzaingó.
Lo rescata en forma
muy destacada don José A. Margalot, en su obra “150 años: Miguel Chepoyá el
Corneta de la Gloria” – Ed. 1976, como uno de los seis que habían cumplido toda
la campaña libertadora del Ejército de los Andes, siendo sus nombres: Miguel
Chepoyá, Segundo Patricio Gómez, Francisco Olmos, Paulino Rojas, Damasio
Rosales y Francisco Vargas.
También en un pasaje
de su obra acerca de los Granaderos Guaraníes, dijo nuestra querida Fany Ettori
‘Chicha” Contristano: “con emoción de misionera enmudecí frente a tan grande
obra de arte y ante la figura del indiecito con el clarín…’, comentando su
visita al monumento enclavado en el Cerro de la Gloria, en Mendoza, donde
“surge arrogante y bravía la figura inmortal del trompa de órdenes don Miguel
CHEPOYÁ”. (8)
En oportunidad de
visitar a un amigo músico, poeta, artista plástico, durante su residencia en
San Ignacio, Provincia de Misiones, acerca de las posibilidades de un
ejecutante como Miguel Chepoyá de un instrumento de convocatoria como la trompa
de órdenes, me dijo casi textualmente Juan Catalano, el amigo de referencia,
quien cuenta en su larga trayectoria como miembro ejecutante de instrumentos de
viento en bandas de música la experiencia y el conocimiento necesarios, que por
otra parte le viene de familia, me decía entonces: “el ejecutante de
instrumentos de viento tiene en sus manos y en su boca una amplia posibilidad
de variaciones que llegan o pueden llegar al espíritu de quien lo está
escuchando en tanto y en cuanto su capacidad e inspiración del momento así lo
logren, puede llegar a tocar las fibras más íntimas de las personas,
transmitiéndoles sentimientos, sensaciones, inspiraciones y hasta motivaciones
muy especiales de acuerdo a la temática musical que esté interpretando y mucho
depende también de la calidad interpretativa aplicada al instrumento.” Algo o
mucho de esto habrá ocurrido con los sones que generaba con su instrumento
Miguel Chepoyá. Estimamos que el ambiente en que se encuentran los escuchas es
en circunstancias, un fuerte condicionante espiritual, como lo puede ser el
inicio de un combate, los momentos previos y los distintos lances propios de la
lucha agregamos nosotros. Queremos decir también que siempre nos ha llamado
mucho la atención la poderosa influencia que ejercía este nuestro paisano
misionero y guaraní, instrumento en mano, sobre la tropa a quien debía
transmitir las vitales instrucciones que musicalizadas, representaban fielmente
el pensamiento y el sentir profundo de su amado y respetado Jefe, su paisano,
el General José de San Martín.
No fue Chepoyá uno
más, fue sin duda uno de los hijos más dilectos de esta tierra misionera, como
Manduré, Andresito y el Gran Capitán.
Fue parte de un tiempo
único, de gloria, de grandes e inimitables glorias y por ello, irreproducibles.
Pero ésto, lejos de amilanarnos en nuestro espíritu patriótico y americano, nos
debe servir más que nunca de acicate moral para conducirnos con la mayor
corrección en el camino de nuestra vida. Ellos todo lo dieron por la PATRIA
GRANDE, sin detenerse en pequeñeces y mezquindades propias de todos los
tiempos.
Fue hijo pródigo de
una tierra generosa, de vegetación exuberante, abundante agua, con sierras,
campos y bosques ubérrimos; que otrora los Padres de la Compañía de Jesús
supieron llevar a su máxima expresión social y económica, elementos éstos que
constituyeron la savia que forjó esta raza de valientes que unían a la dulzura
del carácter una capacidad de lucha y de entrega sin limites, a las causas
nobles e imperecederas que acompañaron.
Permítasenos finalizar
este modesto aporte a nuestra Historia regional compartiendo en plenitud que,
hombres como Miguel Chepoyá, son parte de algo verdaderamente excepcional en la
Historia grande de la Patria, expresión genuina de una tierra generosa e
incomparable y, al decir de don Antonio Monzón: “Difícilmente se halle en la
historia nacional otra Provincia que diera tanto por la causa común y fuera más
injustamente despojada y olvidada en la trayectoria de su existencia hasta desaparecer,
descuajada, sin que quedara más que el hálito de lo que fue vivo; el espíritu
indomable del guaraní a través de sus románticas leyendas, de los muros aún
enhiestos de sus ruinas, de los papeles aún enmohecidos que reconstruyen su
pasado glorioso, su naturaleza subyugante. Esta naturaleza que es lo único que
nos une, escenario imperecedero a todas las etapas de su existencia. Esa
naturaleza, forjadora incansable y pacientísima de caracteres, que volverá a
darnos espíritus bravíos y leales a su heredad como los Areguatí, Chepoyá,
Napurey, Manduré, Sití, Matías Abucú, Blas Uré, Andrés Guacurarí y tantos
otros…” (9)
¡Que así sea!
Notas:
(1) OTERO,
José Pacífico-Historia del Libertador General San Martín- Tomo VI –Pág. 290 –
Ed. 1978
(2) FURLONG,
Guillermo S.J. – Misiones y sus Pueblos de Guaraníes- Pág.726/7 – IIa. Edición
– 1978
(3) Idem anterior-
Página 725
(4) YABEN, Jacinto
R. Biografías Argentinas y Sudamericanas-Tomo II – Pág. 396/7
(5) MONZÓN,
Antonio-Misiones en las Guerras de la Independencia y el Federalismo-Ed.”El
Territorio” diciembre de 1952, ISPARM.
(6) OTERO, José
Pacífico-Obra citada Tomo VII – Página 75
(7) HERRERA, Mario
A. La Provincia de Misiones (1810-1832)- Pág.94/95 – Ed. 1945
(8) ETTORIO DE
CONTRISTANO, Ida Fanny-Conferencias V Centenario- Ciclo “Encuentro de Dos
Culturas” – Junta de Estudios Históricos de Misiones. Año 1992.
(9) MONZÓN,
Antonio – Obra citada.
Fuentes:
-Asociación Civil
Flor del Desierto.
-Diario Misiones
On Line.
Que linda lectura! Tan obviada por la educación agringada que nos dieron en el pasado no tan lejano. Ojalá nuestras autoridades reparen el error para siempre! Gracias. Enrique Nacke.
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