jueves, 20 de noviembre de 2025

Los Caxcanes: Los Indomables del Cañón y la Montaña


En el corazón del norte mesoamericano, allí donde las sierras se quiebran en barrancas profundas y el sol cae como plomo sobre la piedra caliente, vivieron los Caxcanes: un pueblo que no construyó imperios… pero sí leyendas.
No eran nómadas del desierto ni agricultores del altiplano. Eran algo intermedio: un pueblo de cañones, ríos y laderas, hábiles para sembrar en terrazas difíciles y para pelear en terrenos que parecían diseñados para la resistencia. Su territorio abarcaba partes de lo que hoy es Zacatecas, Jalisco y Aguascalientes, una región donde la tierra se vuelve áspera, quebrada, perfecta para esconderse y perfecta para luchar.
Cuando llegaron los españoles, no se encontraron con un pueblo dócil. Los Caxcanes estaban acostumbrados a defender lo suyo. Tenían líderes carismáticos, como Tenamaxtli y Francisco Tlaxcaltecatl, que encendieron una chispa que pronto se volvió incendio: la Guerra del Mixtón (1540–1542).
Y ese conflicto dejó claro algo que los conquistadores siempre quisieron olvidar:
los Caxcanes no se doblaban.
Pelearon desde las alturas, desde fortalezas naturales que parecían imposibles de tomar. Resistieron semanas sin agua, sin descanso, defendiéndose con lanzas, arcos y piedras arrojadas desde lo alto de los riscos. Cada ataque español terminaba en confusión: el enemigo desaparecía entre el matorral como si la sierra misma los tragara.
Los Caxcanes no ganaron la guerra, pero ganaron algo más profundo: respeto, incluso entre sus enemigos. Tras la derrota, muchos fueron desplazados, dispersados o forzados a reubicarse, pero su espíritu quedó grabado en la tierra. En los apellidos, en los cerros, en los relatos que sobrevivieron como brasas bajo la ceniza.

Fuente:
Apapaches Chihuahua Salvajes

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