lunes, 19 de diciembre de 2016

Pequeños paraísos como el nuestro dan equilibrio y dignidad a este planeta

Patricia Gualinga ha conseguido llevar una canoa amazónica hasta el Sena para visibilizar los problemas de los Sarayaku

Cuando Patricia Gualinga abandonó con 13 años su pueblo, en la Amazonía ecuatoriana, para trasladarse a Quito a acabar sus estudios, no podía dejar de vomitar. Asegura que hasta que no pasaron tres años no se acostumbró a vivir lejos de su casa, la comunidad Kichwa de Sarayaku y sobre todo de su familia, pero que ahora entiende que debía acabar de formarse. Hoy es la cara y la voz en el extranjero de su pueblo como Dirigente de Relaciones Exteriores del Pueblo Originario Kichwa de Sarayaku. Antes se encargó de los asuntos relacionados con el papel de la mujer. "Decidí que si mi comunidad me necesitaba, iba a estar a su lado", asegura en una visita relámpago a Madrid, donde participa en una conferencia en la Universidad de Comillas.

El Gobierno autónomo de su pueblo, de 1.400 habitantes, ha resistido los intentos de explotación petrolífera durante 30 años e incluso ganó hace una década una demanda contra el Estado ecuatoriano después de que este permitiera sin su aprobación la cesión de sus terrenos a una empresa argentina. "La riqueza que dan las explotaciones petrolíferas es momentánea, material, ficticia. Es un modelo obsoleto que no funciona para defender a la madre tierra", asegura ella con convicción.
El Gobierno autónomo de su pueblo, de 1.400 habitantes, ha resistido los intentos de explotación petrolífera durante 30 años e incluso ganó hace una década una demanda contra el Estado ecuatoriano.

Patricia Gualinga
Su objetivo principal ahora es conseguir que los bosques primarios, aquellos que no han sido explotados por la mano humana y en los que todavía habitan cientos de especies en estado salvaje, sean reconocidos como "intocables a perpetuidad" en todo el mundo. Gualinga lleva su mensaje por el planeta a través de conferencias charlas y todo tipo de acciones. La estancia en Madrid apenas llega a las 24 horas porque al día siguiente tiene un avión a primera hora rumbo a Alemania.

El año pasado llegó a llevar una canoa amazónica hasta el río Sena tras un recorrido de 10.000 kilómetros con motivo de la Conferencia del Cambio Climático, celebrada en París. "Los que tienen que empezar a entender que tiene que cambiar son la sociedad occidental y los gobiernos. No decimos que vivan como nosotros, pero tienen que volver a educarse en su relación con la naturaleza", asevera. Su pretensión va más allá: "Queremos demostrar que pequeños paraísos en el mundo como el nuestro pueden mostrar otra forma de vivir y tratar de generar un equilibrio y dar dignidad a este planeta".

Gualinga opina que empieza a cambiar la forma en la que el mundo ve a los indígenas: "Ya no ese ese pueblo al que hay que evangelizar, dar ropita y educación. Queremos conocer otras culturas porque somos curiosos, pero no ser absorbidos y perder toda nuestra riqueza cultural". Su cosmovisión contempla un respeto máximo de la naturaleza y un modo de vida sostenible, en el que el ser humano es solo una parte más del eslabón.

La decisión de convertirse en una activista no fue fácil. Cuando los miembros de su pueblo llamaron a su puerta ella había ocupaba el un cargo público como gerente regional de turismo, "un puesto muy cercano al ministro y a la presidencia", apunta. "Podría haber seguido en un trabajo público y haber tenido casas y carros, pero no podía ver el dolor de mi gente. El camino ha sido largo pero tengo mi conciencia tranquila".

Escrito> Patricia Peiro

Fuentes> El Pais (Espana) – 17 de Diciembre de 2.016
                  El Orejiverde

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