miércoles, 3 de agosto de 2016

Juegos de los Niños Mbya Guaraníes de Misiones (Argentina)


Mientras en las ciudades la diversión infantil cada vez más se restringe a largas horas frente a pantallas de tablets, celulares o play station, en las comunidades aborígenes de la provincia de Misiones, todavía los niños se divierten con juegos colectivos al aire libre, en contacto con el entorno natural y con valores culturales ancestrales. También es cierto, que las escuelas bilingües han posibilitado que los pequeños mbya tomen conocimiento y practiquen ciertos juegos que sus padres no jugaron cuando niños: Poliladron, Martín Pescador y otros harto conocidos en la cultura “blanca”.
A la hora de la diversión los pequeños aborígenes siguen eligiendo la libertad del monte y los juegos autóctonos, aquellos que jugaban sus antepasados. Además saben pescar, cazar y nadar en arroyos.
Embopa en el monte
Todo el mundo jugó alguna vez en su vida a la “embopa escondida”, uno de los juegos infantiles más populares del planeta. Pero sin duda, no es lo mismo una embopa en la ciudad que en el monte, dónde las posibilidades de escondite se magnifican notoriamente.
“Cuando jugamos en la escuela hay poco lugar para esconderse, pero acá en la aldea tenemos el monte y nos escondemos entre los árboles o trepando. Es más divertido en el monte” dice Daniel (10), en guaraní. La traducción se hace posible gracias a la gentileza de Rosalino Duarte (24), joven de la aldea Guavirá Poty de San Pedro.
A la hora de trepar árboles, los niños guaraníes exhiben una destreza asombrosa que los lleva a situarse en pocos segundos en las alturas máximas de árboles de varios metros. Pero además, conocen a la perfección los nombres de cada especie y las características de cada uno de ellos, al menos, de los que suelen trepar. “El árbol de níspero es el mejor para trepar porque tiene ramas por todos lados, como escaleras, es fácil para subir y bajar. Cuando es época de frutas subimos y nos quedamos comiendo en la cima del árbol” comentó Víctor (11).
Mangá y matasapo
Después de jugar a la embopa en el monte, los chicos pasaron a dos juegos que se practican con una pelota – muy liviana - hecha de hojas de chala. Uno de ellos es el mangá, que consiste en pasarse la pelota con las manos unos a otros sin orden, con el objetivo de no dejar caerla. Podría decirse que este juego tiene cierta similitud con el vóley, aunque sin red ni puntajes.
También con la pelota de chala, se juega al “matasapo”. Más allá del nombre, el juego no representa riesgo alguno para uno de sus protagonistas: un sapo real, que los niños consiguen en el monte. “Se pone el sapo en un lugar, y desde lejos se patea la pelota hasta que le toque al sapo. El que le toca con la pelota gana y ahí se devuelve el sapo al monte. Cuando el sapo se pone a saltar es divertido, pero si se queda quieto es más aburrido” explicó Marcos (11), de la aldea Katu Piry.
Tape poí
La traducción de tape poí, explica Rosalino Duarte, sería “camino angosto”. Así se llama un juego que hace estallar en carcajadas a los niños mbya. Entrelazados en fila, los pequeños forman una suerte de tren humano en el cuál el primero (la “locomotora”) se aferra al tronco de un árbol. “Y ahí los otros chicos estiran para atrás hasta que se desprenda el de adelante y ahí todos caemos para atrás. Es el juego que más me divierte” dijo la pequeña Patricia (9), de Andresito, y alumna de la Escuela Bilingüe 44.

Inocencia y Naturaleza
Los chicos de la comunidad Andresito saben pescar, nadar, trepar árboles, cazar coatís para mascotas, jugar con lagartos y pasear por el monte a sus anchas desde muy temprana edad.
“A mí me enseñó a pescar mi papá. Saco bagres y mojarritas. Me gusta pescar pero a veces me aburre un poco. Más me gusta meterme al agua y jugar o nadar” dice el pequeño Daniel.
Para Alejandro (13), lo más divertido es “jugar al tocororí (especie de gallito ciego”) o a encontrar mariposas”.
En los juegos, participan tanto varones como niñas, aunque hay ciertos juegos que practican sólo las niñas. “A mí me gusta jugar con todos. Pero en la escuela a veces jugamos solo con otras nenas, a las muñecas o al elástico. Me gusta más jugar en la aldea, pero en la escuela tengo muchas amigas y me llevo bien con todas” cuenta Patricia.
Sobre el final de la jornada, los niños regalan algunas canciones que dejan al desnudo valiosos dotes vocales innatas. El canto se eleva en la aldea afinado, dulce y profundo. Los adultos dejan la asamblea por un rato y se dan vuelta a ver a sus niños cantar.
Fuente: Agencia Pelota de Trapo
Escrito: Sergio Alvez – 2 de Agosto de 2.016       

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