Por Eduardo Silva
CUANDO LA
EXPEDICIÓN DE ALVAR NÚÑEZ QUEDABA YA SIN BASTIMENTOS, LUEGO DE DIECINUEVE DÍAS
DE ABRUPTAS TRAVESÍAS, SE ENCUENTRAN CON LOS PRIMEROS POBLADOS GUARANÍES. AQUEL
HISTÓRICO CHOQUE DE CULTURAS TAN DIFERENTES TENDRÁ, SIN EMBARGO, UN TONO POCO
CONOCIDO.
De los comentarios de Alvar Núñez Cabeza de Vaca redactados por su
escribano, surgen numerosas y a veces contradictorias noticias sobre los
naturales que habitaban el camino recorrido.
Como se trata de un inigualable testimonio histórico, sería importante
que recorramos algunas de sus páginas, para ir viviendo las primeras
impresiones de aquella expedición, transmitida directamente, en forma
inductiva, derecha y reflexivamente como aproximaciones sucesivas para que, de
esa manera podamos acercarnos al tema lo más objetivamente posible.
En primer lugar, se constata el área de influencia. Desde la costa
atlántica, que comienza la larga travesía, hasta la ciudad de Asunción, que es
punto de llegada de aquella histórica caminata, todo el mencionado territorio
estaba habitado por tribus guaraníes. Cada poblado que en el camino se
encontraba, decía pertenecer a la “nación” de los guaraníes.
Otra característica es importante destacar, por lo constante y
significativa: el espíritu jovial, alegre y bondadoso con que las distintas
tribus guaraníes recibían la cansada caravana. Así, una y otra vez. Salvo la
mención hecha de los payaguás, ubicados por Alvar Núñez como indios chameses, y
que habían atacado, crueles y sangrantes, la expedición de Ayolas, el
recibimiento que los guaraníes hacia los españoles, no tuvo, en verdad, nada
absolutamente nada de violento.
Los testimonios son innumerables y reiterados. Cuando la expedición de
Alvar Núñez quedaba ya sin bastimentos, luego de diecinueve días de abruptas
travesías, se encuentran con los primeros poblados guaraníes. Aquel histórico
choque de culturas tan diferentes tendrá, sin embargo, un tono poco conocido.
Nada de guerra, ni de emboscadas, ni trampas. Con el cacique Toncaguazú
a la cabeza, aquella tribu guaraní, que por primera vez surgía ante los ojos de
la caravana, salía a recibir a Alvar Núñez en el camino. pero no de pura
curiosidad, y con las manos vacías, sino “cargados con muchos bastimentos, muy
alegres, mostrando gran placer con su venida”. Son palabras textuales de las
Memorias de Cabeza de Vaca.
De aquella primera descripción, surgen ya, ricos y complementados,
muchos de los elementos componentes de la nueva cultura descubierta que,
entendemos, debemos retener desde ahora. “Esta gente y generación que se llaman
Guaraní”-, dicen los Comentarios, “son labradores, que siembran dos veces en el
año maíz, y, así mismo”, continúa, “siembran cazabí, crían gallinas a la manera
de nuestra España, y patos; tienen sus casas muchos papagayos, y tienen ocupada
muy gran tierra, y todo es una lengua”. Bondadosos y alegres, agricultores de
dos siembras al año, con aves de la selva ya domesticadas tal es la primera
impresión que nos transmiten los conquistadores de esta expedición sobre
aquellos guaraníes.
No es el transcripto un pasaje excepcional, ni único, que pudiera ser
cuestionado por su carácter especial. Nada de eso. Cuando la caravana de Alvar
Núñez llega al río Tibagí, nuevamente otra población guaraní sale a recibirlo
con la misma actitud de la primera. “De dos leguas cerca de este río”, dice,
“vinieron los indios con mucho placer a traer a la hueste bastimentos para la
gente, por manera que nunca les faltaba que comer, y aun a veces lo dejaban
sobrado por los caminos”.
El relato es coherente y claro. Y siempre nos va diciendo lo mismo. La
información es constante al respecto: se alegraban al ver a los blancos,
hablaban un idioma muy dulce, vivían en pueblos asentados, mostraban, casi
siempre, sorpresa y espanto ante las cabalgaduras españolas.
La marcha continúa y el mundo guaraní va emergiendo claro mostrando, en
forma silvestre, sus elementos componentes. “Yendo caminando por la tierra”,
dice, el gobernador y su gente, llegó a un pueblo de indios de la generación de
los guaraníes, y salió el señor principal de este pueblo al camino con toda su
gente, muy alegre a recibirlo, y traían miel, patos y gallinas, y harina y
maíz; y por lengua de los intérpretes les mandaba hablar y sosegar,
agradeciéndole su venida, pagándole lo que traían, de que recibían mucho
contentamiento allende de esto al principal de este pueblo, que se decía
Pupebajé, mando dar graciosamente algunos rescates tijeras y cuchillos y otras
cosas, y de allí pasaron prosiguiendo el camino, dejando los indios de este
pueblo tan alegres y contentos, que de placer bailaban y cantaban por todo el
pueblo”.
Varios elementos más importantes, como decíamos, componentes de la
cultura guaranítica, surgen aquí y allá, de los relatos de Alvar Núñez. El 7 de
diciembre, por ejemplo, otro pueblo guaraní aparece en el camino, y el mismo
retrato: impresión de alegría, ofrenda de bastimentos, el habla dulce y el
recibimiento. De manera que todos los pueblos por donde habían de pasar-, dice,
“los hallaban muy pacíficos, y los salían a recibir a los caminos antes que
llegasen a sus pueblos, cargados de bastimentos”.
Y así, semana tras semana. El relato se podría decir que se repite, de
donde emerge, claro y siempre, el mismo trasfondo: “A 19 de dicho mes, llegaron
a un lugar de indios de la generación de los guaraníes, los cuales, con su
principal, y hasta las mujeres y los niños, mostrando mucho placer los salieron
a recibir al camino dos leguas del pueblo, donde trajeron mucho bastimento de
gallinas, patos y miel y batatas y otras frutas, y más harina de piñones (que
hacen muy gran cantidad de ellas), porque hay en aquella tierra muy grandes
pinares”. “Las piñas son grandes, los piñones del tamaño de bellotas, la
cáscara grande de ellos es como de castañas, difieren en el sabor a los de
España: los indios los cojen y de ellos hacen gran cantidad de harina para su
mantenimiento”.
No solamente se reitera el jovial recibimiento indio, sino que, además,
nos enteramos, como expresión viva de una cultura, de las producciones que
arrancan a la tierra: piñas de pinares, harina de esas piñas, frutas, miel y
patos domesticados. Nos vamos adentrando en la cultura de los guaraníes. Si
detrás de lo que cada comunidad produce, pueden dibujarse las relaciones
sociales donde va asentada la comunidad misma, el relato no deja de ser
ilustrativo e interesante.
Las impresiones personales del relato coinciden con el relato mismo,
dado que la sensación que transmite el escritor es inequívoca y surge de su
prosa a cada paso: “Toda este tierra es muy alegre”-, continua, y de muchas aguas
y arboledas; toda la gente de los pueblos siembran maíz y cazabí y otras
semillas, y batatas de tres maneras: blancas y amarillas y coloradas, muy
gruesas y sabrosas, y crían patos y gallinas y sacan mucha miel de los árboles,
de lo hueco de ellos”.
Cuando el relato nos cuenta de la llegada al Iguazú, además de darnos de
nuevo los datos sobre las producciones y crías de aves diversas, nos deja un
pasaje, importante de retener, como elemento fundamental de análisis en el tema
del asentamiento de Las Misiones. Dice: “En la ribera del cual, según la
relación, tuvieron los naturales, y por lo que vio, por vista de ojos, está muy
poblado, y es la más rica gente de toda aquella tierra y provincia, de labrar y
criar, porque crían muchas gallinas, patos y otras aves, y tienen mucha caza de
puercos y venados, y dantas y perdices, codornices y faisanes, y tienen en el
río gran pesquería, y siembran y cojen mucho maíz, batatas, cazabí, mandibíes,
y tienen otras muchas frutas, y de los árboles tienen gran cantidad de miel”.
“… y la gente que vive en ella, de la generación de los guaraníes, y
todos son labradores y criadores de patos y gallinas, y toda gente muy
doméstica y amiga de cristianos, y que con poco trabajo verán en conocimiento
de nuestra fe católica, como se ha visto por experiencia”.
Región de guaraníes asentados y agricultores en verdadera abundancia,
con poblados de hasta ochocientas casas, según estas memorias, con casas de
troncos y techos de paja, en una actitud bondadosamente inusual donde hasta
limpiaban los caminos para que pasasen los conquistadores, con mantas tejidas y
tinajas grandes para guardar vestimentas, agricultores y criadores de animales,
que usaban flechas envenenadas en sus guerras con brazaletes, coronas y vasijas
de oro y plata traídas desde el Perú lejano, es así como nos presenta la
cultura de los guaraníes Alvar Núñez Cabeza de Vaca.
Por Salvador Cabral Arrechea – Fragmento del trabajo La
Cultura Guaraní”. Enciclopedia de Misiones.
Fuente
Visitemos Misiones – 7 de Abril de 2.015
https://www.visitemosmisiones.com/noticias/notas-2/los-guaranies-ante-los-ojos-de-alvar-nunez-cabeza-de-vaca/
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