domingo, 21 de enero de 2018

Oración para el Nuevo Ciclo


Seattle fue jefe de las tribus en tierras que hoy pertenecen al estado de Washington. Su pensamiento, como esta plegaria, es un emblema por su discurso en defensa de los territorios ancestrales


Oración a las Cuatro Direcciones
“Gran Espíritu de la Luz, ven a mi desde el Este (amarillo) con el poder del sol naciente. Permite que la luz ilumine mis palabras, permite que haya luz en el sendero que transito. Permíteme recordar siempre que me has otorgado el don de un nuevo día. Y nunca me permitas cargar con el dolor de no comenzar nuevamente.

Gran Espíritu del Amor ven hacia mí con el gran poder del Norte (blanco). Hazme valiente cuando el viento frio cae sobre mí. Dame la fuerza y resistencia frente a todo lo que es duro, todo lo que me estremece. Déjame moverme en la vida listo para lo que viene del norte.

Gran Espíritu Dador de Vida, miro al Oeste (negro), la dirección del ocaso. Permíteme recordar cada día que llegará el momento en que mi sol declinará. Nunca me permitas olvidar que debo desvanecerme en ti. Dame un hermoso color, dame un gran cielo para cobijarme, así cuando sea el momento de reunirme contigo pueda hacerlo con gloria.
Gran Espíritu de la Creación, envíame los cálidos y tranquilizadores vientos del Sur (rojo). Confórtame y acaríciame cuando esté cansado y con frío. Arrúllame como la suave brisa arrulla las hojas de los árboles. Así como das a toda la tierra tu calor impulsando el viento, dámelo también a mí para poder crecer cálidamente cerca de ti... El hombre no creó el tejido de la vida, pero es una de sus hebras. Lo que el hombre hace en esa trama, se lo hace a sí mismo”.

Cuando los lakota (pueblo sioux) oran con la Pipa Sagrada, añaden otras dos direcciones, el Cielo y la Tierra. El color de la dirección del cielo es el azul. La tierra es nuestra Madre y Abuela (Inamaka y Unci Maka) y de ella recibimos nuestro alimento. Su color es el verde.

El Jefe Seattle
Seattle (1786-1866) fue el jefe de las tribus suquamish y duwamish (gente de la clara agua salada) en lo que ahora se conoce como el estado de Washington en el noroeste de los Estados Unidos. Si bien se convirtió al catolicismo y fue un gran precursor de la convivencia pacífica con los blancos (por los que éstos bautizaron con su nombre a la capital del estado), el jefe Seattle es hoy un emblema del pensamiento indígena y su relación con la Tierra al conservarse el texto completo del discurso que se le atribuye y con el que respondió a la propuesta de compra de sus tierras por parte del gobernador del territorio en 1854.
Se estima que aquella alocución duró aproximadamente una hora y media. A continuación, algunos pasajes significativos:
“Si nadie puede poseer la frescura del viento ni el fulgor del agua, ¿cómo es posible que usted se proponga comprarlos?
“Cada pedazo de esta tierra es sagrado para mi pueblo. Cada rama brillante de un pino, cada puñado de arena de las playas, la penumbra de la densa selva, cada rayo de luz y el zumbar de los insectos son sagrados en la memoria y vida de mi pueblo. La savia que recorre el cuerpo de los árboles lleva consigo la historia del piel roja.
“Los muertos del hombre blanco olvidan su tierra de origen cuando van a caminar entre las estrellas. Nuestros muertos jamás se olvidan de esta bella tierra, pues ella es la madre del hombre piel roja. Somos parte de la tierra y ella es parte de nosotros. Las flores perfumadas son nuestras hermanas; el ciervo, el caballo, la gran águila, son nuestros hermanos. Los picos rocosos, los surcos húmedos de las campiñas, el calor del cuerpo del potro y el hombre, todos pertenecen a la misma familia”.
“Por esto, cuando el Gran Jefe Blanco en Washington manda decir que desea comprar nuestra tierra, pide mucho de nosotros. El Gran Jefe Blanco dice que nos reservará un lugar donde podamos vivir satisfechos. Él será nuestro padre y nosotros seremos sus hijos. Por lo tanto, nosotros vamos a considerar su oferta de comprar nuestra tierra. Pero eso no será fácil”.
“Esta tierra es sagrada para nosotros. Esta agua brillante que se escurre por los riachuelos y corre por los ríos no es apenas agua, sino la sangre de nuestros antepasados. Si les vendemos la tierra, ustedes deberán recordar que ella es sagrada, y deberán enseñar a sus niños que ella es sagrada y que cada reflejo sobre las aguas limpias de los lagos hablan de acontecimientos y recuerdos de la vida de mi pueblo. El murmullo de los ríos es la voz de mis antepasados.”

Por María Ester Nostro

Fuente:
The Great Mystery WakanTanka Facebook
Fecha: 21 de Enero de 2.o18

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