Personajes
olvidados y revanchismo político en el escenario de Buenos Aires.
Si
la historia la escriben los que ganan, parece ser que a los nombres de las
calles de Buenos Aires también. Surgidos en las postrimerías de la derrota de
los federales ante los unitarios, en la puja por la definición de un modelo de
hegemonía nacional -en la segunda mitad del siglo XIX- los nombres de las
calles porteñas traslucen una mirada sesgada de la historia.
Militares,
juristas, políticos, batallas: más de dos mil nombres repartidos por la Ciudad,
pero con grandes ausencias y figuras olvidadas. Y si bien hablar de unitarios y
federales es una simplificación que deja de lado numerosos matices e intereses
cruzados, lo cierto es que los nombres de los líderes, caudillos y batallas de
los federales fueron borrados de un plumazo a la hora de ponerle nombre a las
arterias de la Capital."El de Buenos Aires es un callejero muy
cuestionable, con ausencias y presencias muy grosas. El triunfo de los
unitarios, luego rebautizados liberales, fue un triunfo sin perdón, sin
amnistía. Como puede verse en la historia oficial, se evidencia la intención de
denigrar y desalojar a los adversarios", señala a Clarín el escritor e
historiador Mario "Pacho" O´Donnell.¿Quiénes serían esos grandes
ausentes? "Por ejemplo -dice O'Donnell- no existen calles que lleven el
nombre de caudillos federales que lo merecerían: Estanislao López, Francisco
Ramírez, Juan Bautista Bustos, Alejandro Heredia, Chacho Peñaloza, Felipe
Varela. Eso es una injusticia, porque además de personajes de nuestra historia
fueron también importantes en la guerra de la independencia, pusieron el cuerpo
en las batallas. Hay calle Quiroga, y por supuesto no hay calle Rosas, más allá
de que es una figura sobre la que se puede polemizar mucho".El escritor
recuerda el conflicto desatado cuando propuso darle el nombre de avenida Rosas
a un sector de la avenida Sarmiento, entre el monumento a los Españoles y Plaza
Italia. "Un sector de la avenida donde no vive nadie. La idea era que se
cruzaran Sarmiento, Rosas y San Martín -Libertador-, pero despertó una gran
polémica, fue muy discutido y no se aprobó". Un capítulo aparte merecen
algunas estatuas de la ciudad, como el monumento a Lavalle -en la plaza del
mismo nombre, frente a tribunales- o el de Sarmiento, en Palermo. Y si bien
O'Donnell aclara que él no propone el cambio de los nombres de las calles
porque en general estos proyectos no cuentan con el apoyo de los vecinos, sí
cuestiona el lugar donde están emplazados en la Ciudad algunos monumentos.
"Entre otras barbaridades, se impone cambiar el lugar del monumento a
Lavalle, que en una actitud aberrante se lo erigió frente al solar de los
Dorrego. Con lo cual se sigue insultando la memoria de ese gran patriota,
Dorrego, y la del propio Lavalle, cuyo mérito mayor no fue fusilar a Dorrego
sino haber sido un valiente jefe de caballería que se lució a las órdenes de
San Martín y Bolívar", señala O'Donnell.La otra estatua cuestionada por el
historiador es la de Domingo Faustino Sarmiento, la maravillosa escultura de
cuerpo entero del artista francés Auguste Rodin, y que está semioculta entre
los matorrales de Palermo, frente al monumento de los Españoles.
"Insólitamente se buscó ubicarla en el lugar donde estuvo el dormitorio de
Rosas -asegura O'Donnell- en la casa que luego fue volada, el 3 de febrero de
1899, justamente en el aniversario de la batalla de Caseros. Pero tuvieron que
hacer un trabajo de investigación para ubicar dónde estaba el dormitorio de
Rosas. Como en el caso de Dorrego y Lavalle, esto denigra tanto a Rosas como a
Sarmiento. Esta circunstancia dio lugar a un comentario irónico de Aurelia
Velez, la amante de Sarmiento, quien al enterarse le escribió a una amiga:
'pobre Domingo Faustino, hasta la eternidad en la cama con el tirano'". También
hay calles cuestionadas. "Las calles que no deberían estar, los que no
merecen una calle, como por ejemplo Manuel García, que fue el traidor a la
Patria que a instancias de Rivadavia y cumpliendo con los deseos de Gran
Bretaña entregó la Banda Oriental a Brasil, a pesar de que habían vencido en
las batallas de Ituzaingó y Juncal", señala O'Donnell. "Hay que hacer
algunas de estas modificaciones, sería un espacio de reconciliación necesaria y
permitiría cerrar una herida abierta que sigue supurando", concluye.
Otro
historiador que ha analizado el significado de los nombres de las calles de la
ciudad, Eduardo Lazzari, recuerda que fue una ordenanza de 1893 -y una
ordenanza complementaria de 1904- la que estableció los nombres y reordenó toda
la ciudad, "habida cuenta de que se repetían los nombres, ya que eran tres
ciudades diferentes: Buenos Aires propiamente dicha (se federalizó en 1880),
San José de Flores y Belgrano. Y en ese reordenamiento se respetaron los viejos
limites: por eso los nombres cambian de nombres en algunas avenidas. La Ciudad
está dividida en seis polígonos, y por eso las calles cambian de nombre en las
avenidas Rivadavia, La Plata, Caseros, Constituyentes, Dorrego y
Warnes".¿Cuál es idea con la que se pusieron los nombres a las calles?"Por
un lado -sostiene Lazzari- eliminar la discusión de la historia, en un momento
de auge de la historiografía liberal, encabezada por Bartolomé Mitre y Vicente
Fidel López, que ignoraron el conflicto entre unitarios y federales, sacando a
los federales". "A su vez -agrega- se respetaron algunos nombres que
Buenos Aires tenía incorporados de la guerra civil, donde quizás el ejemplo más
brutal sea el de la estación 11 de Setiembre, que recuerda la revolución que
separó a Buenos Aires de la Confederación, el 11 de setiembre de 1852. Incluso
algunos nombres, como el de la calle Vicente López, debería ser Vicente López y
Planes, para que quedara claro que se trata del redactor del himno y gobernador
de la provincia de Buenos Aires, quien firmó el acuerdo de San Nicolás, y que
además era funcionario de Rosas. Pero se le dejó sólo Vicente López, con lo
cual se lo confunde con el hijo que es uno de los paradigmas de los
historiadores liberales".¿Cuáles son los grandes excluidos de esta
historia?"Lo más notorio son las ausencias de los caudillos federales y
las ausencias de las mujeres -parcialmente salvada con las calles de Puerto
Madero-. O la presencia de la plaza Aramburu, nombres que fueron impuestos y no
discutidos en la Legislatura", señala Lazzari. "También hay otros que
persisten en la memoria más allá de los cambios. La gente sigue hablando de la
calle Canning -ahora Scalabrini Ortiz-. Canning fue el primer ministro inglés
que reconoció la independencia argentina, pero su nombre fue
cambiado".Como bien recuerda O'Donnell, "en los países más
civilizados no son aceptadas las calles con nombres de batallas libradas entre
hermanos". Pero la mayoría de las calles porteñas que llevan nombres de
batallas, 76 en total, dan cuenta en su mayor parte de esos enfrentamientos
internos que abrieron zanjas históricas entre Buenos Aires y el resto del país.
Alcanza con salir un poco de la Ciudad, ir a La Matanza por ejemplo, para
encontrarse con una avenida Rosas.
Fuente:
Diario Clarín (Buenos Aires) – 6 de Noviembre de 2.009
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