viernes, 17 de marzo de 2017

Los invisibles


Se dejan ver al amanecer,
llevan a flor de piel los sueños.
Nadie los mira pero todos saben
que existen en algún lugar.

Llevan un traje color de humo,
cenizas heredadas de un pasado
de niebla, una alegría a prueba
de la indiferencia y todas las voces
del silencio cantando en su voz.

Juegan a ser invisibles, a llenar
espacios entre el olvido y el desamparo,
son material de estadística
y siempre miran a los ojos.

Cualquier lugar es su nido. Una terminal
de autobuses, una línea de subte, la calle
en todas sus intersecciones.

No es fácil reconocerlos. De mañana
imitan ligeramente la voz de un pájaro
entre las hojas, no es fácil distinguir
entre el ave y ellos, saben camuflar
muy bien su existencia.
Para encontrarlos hay que querer verlos,
solamente, sin leer otra cosa que los ojos
de un invisible, y esa es una tarea del alma.
Así, en cada una de las alas
del día los veremos posarse y volar.

Andan solos o en bandada. Llevan un mundo
en sus manos que ahora, en este lugar
de la realidad, se tienden a nosotros para
pedir ayuda.

Cristhian Espinoza



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