Escrito Xiu
La palabra patolli quiere
decir “frijoles”, y se refiere específicamente a los colorines, los frijoles
rojos más pequeños. Los colorines han cumplido la función de fichas y le dan el
nombre al juego.
El “patolli” es uno de los
juegos más antiguos de la América prehispánica.
Lo jugaron los
teotihuacanos (200 a.C. – 650 d.C), los toltecas (750 – 1000 d.C.), los
pobladores de Chichen Itza (1100 – 1300 d.C.), los aztecas (1168 – 1521 d.C.) y
todos los pueblos conquistados por estos.
El patolli se juega sobre
un tablero en forma de cruz diagonal, dividida en casillas, y con cinco
frijoles marcados que cumplen las funciones de dado. Como referencia, quizá
podamos imaginarnos mejor el tablero, apoyados en la impresión que de él tuvo
Alexander Von Humboldt, quien lo comparó con el del Parchís, juego de origen
hindú antecesor al ludo.
El juego es tanto de azar
como de estrategia. Hay un sistema de apuestas, por lo que el vencedor es quien
logra capturar todas las apuestas del contrincante, o bien recorrer todo el
tablero con sus cinco fichas atravesando distintas alternativas.
Sabemos que a la llegada de
los españoles se jugaba patolli en México porque consta en códices y escritos
de los cronistas, como el Códice Magliabecchi, que lo describe como “un juego
de azar”.
Aparentemente, el patolli
tenía un aspecto ceremonial y religioso, ya que se han encontrado coincidencias
entre el juego y elementos claves de la cosmogonía nahua. Por ejemplo: el ciclo
del tiempo de los mexica que se basa en una medida de 52 años, se corresponde
con el número de casillas del juego. Existen además cuatro puntos cardinales,
así como cuatro jugadores sobre un tablero con cuatro extremos.
El Códice
Magliabecchi dice: “El dios del patolli era Macuilxóchitl, ‘Cinco flor’, al
cual invocaban los jugadores antes de iniciar una partida. En su casa, ofrecían
incienso y comida a su deidad protectora y a los instrumentos de juego antes de
salir a jugar”.
“El patolli y el
ullamaliztli tenían su aspecto azaroso: las fuertes apuestas de jugadores y
espectadores como mantas, magueyales, cuentas de oro y piedras preciosas. Había
quienes apostaban incluso su persona y si perdían quedaban sometidos a la
condición de esclavos hasta pagar la deuda.”
Fray Diego Durán describió
cómo, antes de iniciar el juego, se quemaba incienso o se hacían promesas a los
“dados”, después de lo cual los jugadores se sentían completamente seguros de
jugar con éxito. Mientras jugaban invocaban siempre la ayuda de Macuilxóchitl.
Si bien hoy se conocen sus
reglas, ya ha perdido la popularidad de la que gozaba en tiempos prehispánicos.
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