Esta es una leyenda de
los Waraos, un pueblo indígena de Venezuela, que en sus relatos orales que se
trasmiten de generación en generación llega a nosotros su propia leyenda del
origen del día y la noche, espero la disfruten como nosotros.
Al principio, solo había
oscuridad por eso el pueblo warao en la oscura noche les era más difícil buscar
alimentos, su único momento de poca iluminación era cuando usaban el fuego con
un poco de madera seca que encontraban.
No tenían ningún
concepto del día y la noche ya que todo era una noche eterna y era lo normal.
Con ellos había un hombre que tenía dos hijas quien se enteró en un momento que
existía un joven que era el dueño de la luz.
A su hija mayor le
dijo:
-Ve donde está el
joven dueño de la luz y me la traes.
Ella tomo un cesto de
boca ancha y partió, pero fue difícil llegar a su destino, habían muchos
caminos y decidió ir por uno de ellos, así en un tiempo llego a casa del
venado. Se conocieron y se entretuvieron jugando un tiempo, al final volvió por
donde había venido y volvió a casa de su padre, pero no llevaba la luz.
El padre decidió que
sería la hija menor quien haría el trabajo así que le dijo:
-Ve donde está el
joven dueño de la luz y me la traes.
La hija encontró los
variados caminos, decidió ir por uno que por gracia de la pura suerte era el
correcto, ella solo siguió y después de mucho andar llego a una casa que era
del joven dueño de la luz.
Al encontrar al joven
le dijo:
Vengo a conocerte, a
estar contigo y a obtener la luz para mi padre.
El dueño de la luz le
respondió:
-Te esperaba. Ahora
que llegaste, vivirás conmigo.
El joven tenía con él
una caja especial hecha de juncos y con mucho cuidado la abrió, de pronto una
luminiscencia salió de la caja envolviéndolo todo, primero los brazos del joven
luego sus dientes se volvieron muy blancos, todo estaba iluminado al igual que
los ojos y el cabello de la muchacha.
Así fue que ella tuvo
una idea de lo que era estar bajo la luz, en un momento el joven volvió a
cerrar la cajita y la guardo. Cada día que estuvieron juntos el joven sacaba de
su cajita la luz para divertirse y pasarla bien con la muchacha, pasaban el tiempo
jugando con la iluminación y estaban bien. Pero la hija recordó que tenía que
volver con su padre y llevarle la luz que había venido a buscar.
El dueño de la luz ya
se sentía cercano a la muchacha y se la obsequio diciendo:
-Toma la luz. Así
podrás verlo todo.
La muchacha regreso
con su padre y le entrego la luz que estaba encerrada en el torotoro o la cesta
que tenía; el padre abrió la caja y la coloco en uno de los troncos que
sostenían la vivienda. Los rayos de luz comenzaron a avanzar iluminan todo,
primero el interior de la vivienda, luego salió hasta llegar al rio, las hojas
de los mangles y los frutos del merey.
En los distintos
pueblos a los lados del rio Orinoco se contó que existía una familia que tenían
luz y comenzaron a ir por grupos a conocerla. Llegaron en sus curiaras que eran
unas pequeñas embarcaciones de vela, la gente desde el caño Araguabisi, del
caño Mánamo y del caño Amacuro. Curiaras y más curiaras llenas de gente y más
gente.
Llegó un momento en
que la vivienda ya no podía soportar el peso de tanta gente maravillada con la
luz. Y nadie se quería marchar porque no querían seguir viviendo a oscuras, la
claridad hacia que la vida fuera más agradable. Por fin, el padre de las
muchachas no pudo soportar más a tanta gente dentro y fuera de su casa dijo:
-Voy a acabar con
esto, si todos quieren la luz, allá va.
Y de un fuerte
manotazo, rompió la caja y lanzó la luz al cielo. El cuerpo de la luz voló
hacia el Este y la caja hacia el Oeste. Del cuerpo de la luz se hizo el sol. Y
de la caja de juncos en que la guardaban, surgió la luna.
De un lado quedó el
sol y del otro, la luna. Pero como fue lanzado con mucha fuerza del brazo,
el sol y la luna marchaban muy rápido. El día y la noche eran muy cortos, amanecía
y oscurecía a cada rato.
El padre tuvo una idea
y le dijo a su hija menor:
-Tráeme una pequeña
tortuguita.
La hija la busco y se
la entrego, cuando el padre la tuvo, espero a que el sol estuviera sobre su
cabeza y le lanzo la tortuguita diciendo:
- Toma esta
tortuguita. Es tuya, te la regalo. Espérala antes de dejar pasar a la luna.
Desde ese momento, el
sol se puso a esperar al morrocoycito. Y al otro día, cuando amaneció, el sol
iba poco a poco, como el morrocoy, como anda hoy en día, alumbrando hasta que
llega la noche.
Fuente>Historias y
Relatos
http://www.historiasperdidaseneltiempo.com/2016/10/el-dueno-de-la-luz-leyenda-warao.html
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