En México, los vivos invitan a los muertos, en la noche de hoy de
cada año, y los muertos comen y beben y bailan y se ponen al día con los
chismes y las novedades del vecindario.
Pero al fin de la noche, cuando las campanas y la primera luz del alba les dicen adiós, algunos muertos se hacen los vivos y se esconden en las enramadas y entre las tumbas del camposanto. Entonces la gente los corre a escobazos: ya vete de una vez, ya déjanos en paz, no queremos verte hasta el año que viene.
Pero al fin de la noche, cuando las campanas y la primera luz del alba les dicen adiós, algunos muertos se hacen los vivos y se esconden en las enramadas y entre las tumbas del camposanto. Entonces la gente los corre a escobazos: ya vete de una vez, ya déjanos en paz, no queremos verte hasta el año que viene.
Es que los difuntos son muy
quedados.
En Haití, una antigua
tradición prohíbe llevar el ataúd en línea recta al cementerio. El cortejo lo
conducen en zig-zag y dando muchas vueltas, por aquí, por allá y otra vez por
aquí, para despistar al difunto y que ya no pueda encontrar el camino de
regreso a casa.
En Haití, como en
todas partes, los muertos son muchísimos más que los vivos.
La minoría viviente se
defiende como puede.
Eduardo Galeano Los hijos de los días, Siglo XXI, Buenos Aires,
2012.
Infografía :
Verbiclara
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