El retumbo
ronco del Erke viajó por la luz de la luna, salió con la fuerza de un soplido
profundo del Abuelo.
El viento
se hizo música y vibraron las ondas que contorneaban las siluetas guerreras los
cactus.
La caña
tembló al pulso del puño de la mano de barro.
La ceremonia del Abuelo y la Luna no se
repitió más.
Los cerros guardan los soplidos y el sonido de ese aire caliente
en la noche fría.
Los cerros
guardan celosos y la Pachamama abraza como una madre al cuerpo de mi Abuelo.
Sergio Daniel González
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