Escribe: José Ribamar Bessa Freire
Proceden de la Amazonia, del Tíbet y
Nepal, de la selva africana, de los bosques y sabanas americanas, del Circulo
Polar. Integran un Consejo para promover la paz, diagnosticar y curar las
enfermedades del planeta.
Todas las abuelas tienen un perfume
que solo los nietos pueden sentir. Mi abuela Marelisa tenía impregnado en la
piel el aroma embriagador de tabaco y café que persiste en la memoria olfativa,
aún hoy, 60 años después. Ella y su pipa, ella y el mortero donde molía café,
ella en la terraza de la calle Monsenhor Coutinho de aquella Manaos de otrora.
Ya la abuela Filó tenía una inexplicable fragancia de tierra mojada, mezclada
con priprioca – una hierba perfumada amazónica, cuya raíz la usaba en
infusiones para curar su eterna jaqueca. Como era placentero descansar la
cabeza en el regazo de las dos. Era delicioso.
Madre solo hay una. Abuela, dos. La
cuota personal de cada uno es esa. Sin embargo, como persona jurídica, hay la
posibilidad de aumentarla. El pueblo argentino, por ejemplo, tiene muchas, son
las combativas abuelas de la Plaza de Mayo que desarman las armadillas de la
memoria en la búsqueda de los nietos desaparecidos de la nación, carentes del
aroma de la abuela de la que fueron cruelmente privados.
El planeta también tiene ahora trece
abuelas indígenas de cinco continentes, las abuelas del mundo, preocupadas con
el destino incierto de hijos y nietos de la Madre Tierra, como informa Regiones
Indias, boletín de la Agencia Internacional de Prensa Indígena (AIPIN), editado
en México por el periodista mixteco Genaro Bautista. Dos de ellas viven en la
Amazonía y de allí propagan sus aromas por el mundo.
Abuelas del mundo
Son trece mujeres de diferentes
credos y lenguas que sobrevivieron a enfermedades, guerras, persecución,
prisión, pérdida de seres queridos. Procedentes de la floresta amazónica, de
las montañas del Tíbet y de Nepal, de la selva tropical africana, de los
bosques y sabanas americanas, así como del Círculo Polar Ártico, las abuelas se
reunieron en un bosque en los alrededores de Nueva York, en 2004, para entonces
crear el Consejo Internacional de las Trece Abuelas Indígenas, denominado por
la ONU Consejo de Paz, destinado a promover la paz en el mundo, diagnosticar y
curar las enfermedades del planeta:
-Estamos profundamente horrorizadas
con la destrucción sin precedentes de la Madre Tierra, la contaminación del
aire, del agua y del suelo, la atrocidad de las guerras, la amenaza de las
armas y de los residuos nucleares, el flagelo global de la pobreza, el
desperdicio producido por la cultura materialista, las epidemias que amenazan
la salud de los seres de la Tierra, la exploración indebida de las medicinas
indígenas y la destrucción de nuestros modos de vida tradicionales" - dice
el Manifiesto de las Trece Abuelas, proponiendo una nueva alianza de oración,
educación y cura de la Madre Tierra para preservarla en pro de las generaciones
futuras.
Son "abuelas indígenas" no
por el origen, sino por los saberes étnicos que proyectan. Todas son mujeres
chamán, consiguen ver en la oscuridad y realizan curas, usando hierbas, raíces
y plantas. Reverenciadas como mujeres-medicina, tratan personas, pero quieren
curar la Tierra que está postrada y exhausta. En el manifiesto de fundación,
demuestran su disposición para "salvaguardar la herencia colectiva de las
medicinas tradicionales, defender la práctica de nuestras ceremonias y afirmar
públicamente nuestro derecho a usar nuestras plantas medicinales libres de
cualquier restricción legal".
Los saberes orales heredados por las
trece abuelas las transformaron en verdaderos acervos ambulantes, cuyo
contenido contraría al lobo feroz que solo se atiene a lo que está escrito en
las bulas y con los colmillos afilados, abre las mandíbulas para exigir
"comprobación científica" (sabe Dios lo que eso significa) de las
prácticas indígenas de cura. Las abuelas viven lejos, el camino es desierto,
pero cuando anden a lo largo del sendero ya no estarán tan solas esas abuelitas
que usan con éxito remedios naturales y fitoterápicos, con seguridad
equivalente a las recetas alopáticas industrializadas, solo que sin arrogancia
ni prepotencia.
La voz de las abuelas
El encuentro de las abuelas está
amparado en una antigua profecía: "Cuando las abuelas de los cuatro puntos
cardinales comiencen a hablar, estaremos inaugurando una nueva era". Ese
momento llegó. Hablan el lenguaje del agua, del fuego, del viento y de las
plantas. Una de ellas, citada por el boletín de la Agencia AIPIN, es Julieta
Casimiro Pineda, chamán mazateca de Oaxaca, México, que para mantener sus diez
hijos trabajó como doméstica, lavando y planchando ropa, en cuanto ejercía
furtivamente su "trabajo sagrado" de sabia curandera. Ella y sus
colegas fueron recibidas por el Dalai Lama en la India:
-Cada uno de nosotros puede mudar
el mundo y las cosas, con pequeños gestos cotidianos, desde que nos levantamos
al rayar el día. Depende del modo que usas el agua, la forma como respiras el
aire, el modo con que agradeces este nuevo día, la luz del sol, el fuego, la
forma con que tocas la tierra y tratas las personas - dijo en esa ocasión Mona
Polacca, la abuela hopi.
En los últimos diez años, las trece
abuelas realizaron encuentros periódicos en diferentes países que les exigieron
esfuerzos físicos y logísticos, en los que discutieron, con ayuda de
traductores, los proyectos solidarios que desenvuelven, intercambiaron saberes y
se manifestaron contra la guerra y la pobreza. En 2016, serán recibidas por una
comunidad de África. En esos encuentros que duran tres días, celebran también
sus rituales:
- Lloramos mucho, reímos mucho,
rezamos mucho, cantamos y también danzamos - relata una de las abuelas, la
terapeuta floral María Alice Campos Freire de la ONG Centro Medicina da
Floresta. Ella vive en la villa Céu do Mapiá, comunidad del Santo Daime, en el
Rio Purus, templo sagrado del ayahuasca, cerca de la frontera de Amazonas con
Acre, pero nació en Rio de Janeiro, donde militó contra la dictadura militar.
Fue presa, torturada, exilada en Chile y amnistiada.
- Yo no soy una persona de una sola
raíz. No soy una india, no soy una negra, no soy una blanca. Soy una brasileña,
una sudamericana y dentro del grupo de las trece abuelas represento el diálogo
entre culturas" - declaró Maria Alice, que comparte la representación en
el Consejo con otra brasileña, Clara Shinobu Iura, una paulista hija de
inmigrantes japoneses que decidió aproximarse a los saberes indígenas y de los
pueblos de la floresta y acabó mudándose también definitivamente a Céu do
Mapiá.
No sabemos si las trece abuelas
recibieron respuesta a la carta que le entregaron personalmente en el Vaticano,
el 22 de octubre de 2005, al Papa Benedicto XVI, pidiendo que revocara la bula
papal de 1493 y de los edictos posteriores que fundamentaron la "doctrina
de la conquista" y el exterminio, violando los derechos indígenas al
castigar como "brujos y hechiceros" a los que empleaban la medicina
tradicional.
Hoy existen en el mundo todo muchas
mujeres trabajando en red con ellas. Claro que el Consejo puede abrigar otras
más, indígenas y no indígenas, como las "jaryi" guaraní de todas las
aldeas o la chamán de Marajó, Zeneida Lima de Araújo, 82 años, que aprendió los
secretos de la naturaleza con Mestre Mundico y es bisnieta de Coemitanga, un
curandero Sacaca.
El Consejo de estas trece mujeres
remite a una cartografía afectiva donde están el cariño y el perfume, pero
también la sabiduría y la experiencia de nuestras abuelas. Hasta hoy conservo
una cicatriz en el pie derecho, cuando en un partido de fútbol callejero metí
el pie en una lata oxidada, abriendo una herida profunda. La matriarca Marelisa
lavó con infusión de crajiru – una hierba antiinflamatoria y cicatrizante;
molió mastruz, mezcló con aceite de copaíba, hizo una pasta, la calentó en una
olla, aplicándola diariamente sobre la herida abierta durante tres semanas.
Si estuviese viva, la vieja Marelisa
podría integrar el Consejo de Paz, como todas las abuelas del mundo. Todavía
oigo su voz cariñosa con aquél acento característico de Pau dos Ferros (RN): -
Ora tibis! Ven para curarte, carajito!
En boca de abuela, hasta carajito
suena bien. Esas historias me dan ganas de incorporar este género tan especial
que es ser abuela. A lo mejor, por no haber conocido ningún abuelo, confieso:
me gustaría ser abuela.
Las Trece Abuelas Indígenas son:
Aama Bombo (tamang) - Nepal: Ásia.
Agnes Baker Pilgrim (takelma) -
Oregon:Estados Unidos.
Beatrice Long (oglala lakota) -
Dakota: Estados Unidos.
Bernadette Rebienot (omyene) -
Gabón: África.
Clara Shinobu Iura (brasileira) -
Amazônia: América del Sur.
Flordemayo (maya) - Guatemala:
América Central.
Julieta Casimiro (mazateca) -
México:América Central.
Margaret Behan (cheyenne) - Montana:
Estados Unidos, América del Norte.
Maria Alice Campos Freire
(brasileira) - Amazônia: América del Sur.
Mona Polacca (hopi) - Arizona: EEUU,
América del Norte.
Rita Long (oglala lakota) - Black
Hills, Dakota del Sur: Estados Unidos.
Rita Pitka Blumenstein (yup'ik) - Círculo
Polar Ártico.
Tsering Dolma (gyaltong) – Tibet.
Fuentes: Diário do Amazonas / El
Orejiverde – 21 de Enero de 2.016.
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