lunes, 24 de agosto de 2015

Casimiro, el indio del Mar Báltico


Casimiro Beksta, redentor de narrativas y lenguas indígenas, falleció en Manaos, el 21 de julio, a los 92 años.
- Padre Nuestro que estás en los cielos, santificado sea Tu Nombre, venga a nosotros tu qué diablos es eso...

Era así que los indios Tukano de una comunidad del Rio Negro, en la Amazonía brasileña, rezaban en su lengua materna, cuando el padre
Casimiro Béksta llegó en la década de 50. Intrigado, investigó y descubrió que la oración había sido traducida a inicios del siglo XX por un misionero italiano que no hablaba tukano, ayudado por un indio que no hablaba bien portugués. Con un proceso bastante simplista, el italiano iba preguntando en portugués y anotando palabra por palabra en tukano: 

- ¿Cómo se dice "padre", "cielo", "nombre", "tierra", "día"?
Hasta que indagó:

- ¿Y "reino"?
Sin saber si "reino" se comía con pan, la respuesta del informante tukano, que agradaría a Pierre Clastres, fue equivalente a algo así como: ¿Qué diablos es eso? 

El italiano no titubeó, incluyó esta locución en la versión tukano del Padre Nuestro pensando que significaba "reino" y regresó a Italia. Pero los indios, que quedaron décadas sin misionero, no olvidaron aquella oración sin sentido hasta la llegada del padre Casimiro, que identificó el equívoco cuando se tornó fluente en tukano.


Esas y otras historias deliciosas sobre diferencia de lengua y cultura nunca más las contará Casimiro Beksta (1923-2015), que falleció el 21 de julio en Manaos, a los 92 años. Sin embargo, algunas quedarán registradas en artículos que discuten la historia de las lenguas indígenas y el proceso de traducción, que no se limita al aspecto formal y sistémico de la lengua, si no que abarca también otros elementos culturales.

Lengua sucia
Casimiro postula que al colectar las narrativas míticas no se debe usar intérpretes y recomienda: "la condición indispensable es que el investigador conozca la lengua". Él aprendió Tukano con sus alumnos. No fue difícil entender a los indios, para quien como él, tuviera una experiencia similar en su tierra natal. Nacido en Lituania, Casimiro hablaba lietuvių kalba o lituano, una lengua báltica minoritaria en contacto con otras de mayor prestigio como el polaco, el ruso y el ucraniano. Sufrió mucho con la discriminación de su lengua materna considerada sucia, moribunda, sin futuro, pobre y atrasada. El prejuicio se extendía a las narrativas, canciones y cuentos populares de la mitología lituana que circulaban en la tradición oral y que escuchaba encantado, en su infancia. En este sentido, Casimiro Béksta era um indio del Mar Báltico.
 
Por eso, fue amor a primera vista cuando llegó al Rio Negro, en 1951, enviado por la Congregación Salesiana. Su historia estaba allí, en la identificación con los indios de la región que hablan 23 lenguas y en ellas narran sus mitos. Mas la diversidad lingüística y cultural que lo deslumbraba, incomodaba a su Congregación que creó internados, donde los niños indígenas eran castigados y obligados a lavar la boca si hablasen la lengua materna.

Este indio del mar Báltico que había sufrido en la propia carne ese mismo tratamiento escolar, sufría más porque hacía parte de una Congregación que imponía el portugués a sangre y fuego, reprimiendo los idiomas maternos con el objetivo de borrarlos del mapa lingüístico. Tal vez por eso buscó refugio en el Consejo Indigenista Misionero (CIMI), órgano de la Conferencia Nacional de los Obispos de Brasil (CNBB), que hacía críticas a la prohibición de las lenguas en los internados. Fue allí que lo conocí, cuando editábamos en Manaos, en 1978, el Porantim, "un periódico en defensa de la causa indígena".

Casimiro me ayudó a escribir una materia sobre la epidemia de suicidios entre los indios del Rio Negro, que tenían en común el hecho de ser alumnos o ex-alumnos de los internados o de algunas de las 117 escuelas sustentadas por la Prelacía en área indígena. Eran más de 7.000 niños y jóvenes enmudecidos en sus respectivas lenguas. Una de ellas, Ana dos Santos, 15 años, alumna de la 7ª serie de la escuela de Santa Isabel disparó un tiro de escopeta en el vientre.

- El suicidio es práctica desconocida entre las culturas del Rio Negro. Tanto es así que no existe traducción para la palabra "suicidio" en las lenguas indígenas - nos informó Casimiro. 

Relacioné esta información al artículo “Langage et Pathologie Sociale” del antropólogo belga Marcel D´Ans, que acabara de leer, en el que usa la categoría ‘souffrance’ para explicar que el desespero provocado por las tensiones y conflictos lingüísticos creados, en este caso, por la escuela “puede llegar, en los casos más graves, al suicidio”. Escribí entonces, el artículo "Como matar indio con tiza y borrador", cuestionando el internado salesiano. 

Los mitos
Casimiro llamó la atención sobre la importancia de los mitos indígenas. Contó que estaba presente cuando una serpiente venenosa mordió a un niño en una comunidad indígena. Era necesario transportarla a un hospital que quedaba a tres días por vía fluvial, cuyo recorrido tenía trechos con cascadas de difícil navegabilidad, donde ocurrían siempre naufragios y muertes. Un barco de pequeño porte estaba disponible, pero no había quien lo pilotase, los indios especialistas no se encontraban.

- Yo llevo el barco - se ofreció un joven tukano.
- ¿Tú ya hiciste este viaje? - preguntó Casimiro.
- No, nunca, pero conozco el mito que narra el trayecto de la cobra-canoa y los lugares por donde pasó evitando las cascadas. 

La narrativa mítica registra, efectivamente, las referencias geográficas, las marcas y las señales en las piedras, en las playas, en las sierras, en las islas que acabó siendo usada por el joven como un mapa de navegación. Orientado por el mito, el joven tukano pasó por todas las cascadas y guió el barco con el niño enfermo hasta su destino. Recientemente, un equipo cinematográfico recorrió esos lugares sagrados del mapa para fortalecer los conocimientos tradicionales sobre el territorio y ayudar a protegerlo con su manejo adecuado.

Casimiro nos dejó las narrativas que registró, las lenguas que estudió, los documentos que produjo y una admiración incondicional por los indios. Nuestro adiós saudoso al indio del mar Báltico, esperando que la carta de navegación de la cobra-canoa le sea útil en este último viaje hasta Heripõrã duhiriwii, "la casa donde reside corazón, alma".

Fuentes:
José R. Bessa Freire (www.taquiprati.com.br) -  2 de Agosto de 2.015.
El Orejiverde

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