Olores tóxicos,
recursos naturales contaminados, aviones, desalojos, violencia, desigualdad,
asentamientos precarios y la clara intervención del hombre sobre la naturaleza
a lo largo de kilómetros y kilómetros. No es ninguna ciudad. Sino lo que resta
de los campos que rodean la región de Dourados, en Mato Grosso do Sul – Brasil,
cercana a la frontera con Paraguay, tampoco ajena al proyecto de desarrollo
capitalista en Sudamérica, basado en el monocultivo de soja y caña de azucar y
el uso de semillas transgénicas y agrotóxicos.
Sin embargo, con una
trascendencia de mucho más de 500 años, las etnias indígenas Guaraní-Kaiowá,
hoy acorraladas en medio de un mar de soja y caña de azucar, se enfrentan a un
genocidio impulsado por el Estado brasilero, a fuerza de organización en el consejo
Aty Guasú y rondas de washiré (cantos y rezos).
Cerca de 60.000
indígenas habitan las aldeas Guaraní-Kaiowá en todo Mato Grosso do Sul. En los
alrededores de Dourados, reclaman la demarcación y homologación de sus tierras,
una promesa que según la Constitución, el Estado brasilero debía haber cumplido
hace ya más de dos décadas.
Retomar la tierra
El consejo de Aty
Guasu que reune a las lideranzas de las aldeas Guaraní-Kaiowá, es el espacio de
organización y soporte de las retomadas de sus tierras ancestrales. En los
alrededores de Dourados algunas aldeas conquistaron la reocupación de sus
territorios, a pesar de la constante amenaza violenta de los fazenderos. Otras
en cambio, aguardan la retomada a orillas de las rutas en asentamientos de
madera y lona.
Hoy, sin tierra ni
posibilidades de cultivo o caza, las aldeas Guarani-Kaiowá reciben asistencia
alimentaria de la Funai, organo de protección de los indígenas en Brasil.
Aunque Ladio Verón, cacique de la Aldea Taquara advierte que son normales los
atrasos en el envío de los alimentos, dejando a las aldeas sin comida durante
días. Por otra parte, las comunidades que llevan a cabo retomadas de sus
tierras, pierden el apoyo y la asistencia del órgano.
Genocidio
En 9 años fueron
asesinadas más de 273 lideranzas Guaraní-Kaiowá. La irónica muerte del cacique
Zezinho de la aldea Laranjeira Nhaderu, atropellado por una ambulancia, cuando
volvía de denunciar el accionar del gobierno brasilero y los fazenderos en la
“Cúpula dos povos” de Río de Janeiro, se suma a la larga lista de crimenes no
esclarecidos por la Justicia Federal.
El caso más reciente
se dió el 18 de noviembre cuando fue asesinado el Cacique Nísio Gomes, de la
aldea Guayviry, hasta ahora su cuerpo no fue encontrado.
En respuesta a los
asesinatos y en reivindicación de sus tierras, el 13 de enero la aldea Taquara
con apoyo de otras comunidades se movilizó a lo largo de su territorio para
recordar el décimo aniversario del asesinato del cacique Marcos Verón, al mando
del fazendero Jacinto Honório da Silva Filho, proprietario de la Fazenda
Brasília do Sul.
Los 3 acusados por el
crimen de la lideranza ya están en libertad y los habitantes de la aldea
indígena Taquara, hoy los ven pasar cotidianamente en la camioneta que
secuestro de la aldea a Marcos Verón, el día de su asesinato.
Entre tanto, el
Campamento de Observadores que participó entre diciembre y enero del Comite de
Solidaridad Guaraní-Kaiowá fue también testigo de un incendio sospechoso en la
aldea a metros de las casas indígenas.
Sustentabilidad ¿de
quién?
Cada día, avionetas
fumigan las tierras indígenas, dejando olor a químico en el aire y diversos
malestares para los habitantes: “los niños llegan con dolor de estómago,
también de cabeza”, alerta Ladio Verón.
El líder indígena
lamenta el tapizado de soja y caña de azucar que rodea la aldea Taquara desde
el desalojo de su comunidad: “cuando retomamos la tierra ya habían deforestado
y plantado el monocultivo en todo el terreno. Ahora, si plantamos mandioca ya
no crece porque el suelo está envenenado con agrotóxicos”. Y explica: “cuando
cortan la caña de azucar, el veneno baja directamente hasta el suelo como por
una vena interior de la planta. Puede demorar 100 años recuperar la calidad de
la tierra”, asegura.
La descripción de
Ladio da cuenta del proceso de asceleración del monocultivo de soja y caña de
azucar en Brasil, sustentado en el acuerdo del 2007 entre el entonces
presidente Luiz Inácio Lula da Silva y su par George Bush: ”Estados Unidos tomó
la decisión de introducir el 20% del Etanol en la gasolina. Eso es una marca
importante”, anunciaba el mandatario brasilero.
Con destino de
commodity, caña de azúcar y soja se convirtieron en bastiones del modelo de
producción de biocombustibles del Estado brasilero, que substituiría el uso de
petróleo por energías más sustentables.
Sin embargo, la
sustentabilidad fue para unos pocos. Al caracter destructivo del modelo de
producción de monocultivos es preciso contextualizarlo en una coyuntura que
distribuye el 56% de la tierra brasilera en manos de 3,5% de los propietarios
rurales, mientras que sólo 1% pertenece a los más pobres.
Por otra parte, las
nuevas tecnologías que intervienen en el proceso de producción de monocultivos
prescinden casi por completo del trabajo humano, hoy son sólo unos pocos
indígenas los que pueden trabajar en las plantaciones, siempre en condiciones
irregulares.
Así, la lucha Guarani-Kaiowá hoy se enfrenta a 500 siglos de monocultura
en Brasil, inaugurados con el monocultivo de caña de azucar en los
“plantations” de exportación de la colonización europea, basado en el
latifundio, monocultura y trabajo esclavo.
Fuente: Ama Pachamama
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