Ser boca o ser bocado, cazador o cazado. Ésa
era la cuestión. Merecíamos desprecio, o a lo sumo lástima. En la intemperie
enemiga nadie nos respetaba y nadie nos temía. La noche y la selva nos daban
terror. Éramos los bichos más vulnerables de la zoología terrestre, cachorros
inútiles, adultos pocacosa, sin garras ni grandes colmillos, ni patas veloces,
ni olfato negro.
Nuestra historia primera se nos pierde en la
neblina. Según parece, estábamos dedicados no más que a partir piedras y a
repartir garrotazos.
Pero uno bien puede preguntarse: ¿no habremos
sido capaces de sobrevivir, cuando sobrevivir era imposible, porque supimos
defendernos juntos y compartir la comida? Esta humanidad de ahora, esta
civilización del sálvese quien pueda y cada cual a lo suyo, ¿habría durado más
que un ratito en el mundo?
Eduardo Galeano / Espejos
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