sábado, 20 de diciembre de 2014

Ayahuasca: una medicina ancestral de uso ritual


“Nuestra medicina se ha ido, sin mayor control, de la selva a las ciudades. Entonces, muchos blancos que han visto o participado en los rituales creen que esto es cuestión de un día, pero están equivocados. Yo, que tengo toda mi vida en esta práctica ancestral, no he terminado de aprender”, cuenta el taita siona Juan Aguaje, de 64 años de edad y con más de 40 practicando rituales sagrados con el yagé.
Para él, hoy muchos taitas se han vuelto comerciales y se han olvidado de la verdadera esencia del conocimiento ancestral, que consiste en llevar el ‘remedio’ a quien lo necesite, desde el punto de vista espiritual, físico y mental. Dice que, además de la toma, hay que saber sembrar la planta, prepararla, e identificar y orientar a quienes la necesitan. Hoy, muchos se ‘vuelan’ esos pasos para convertir la actividad en un negocio.

En la puerta de entrada a la Amazonia, los taitas, que por siglos han practicado la medicina indígena, comparten la preocupación por el futuro de sus remedios sagrados. Denuncian que muchos jóvenes de la región se han autodenominado chamanes y ofrecen sus servicios sin conocer a fondo el poder de esta planta selvática. Por ejemplo, Aguaje estuvo internado en la selva por más de 12 años con sus abuelos o taitas para estudiar la planta, hasta que lo autorizaron para que pudiera ejercer.

“No es ningún alucinógeno; lo que pasa es que muchos irresponsables le están echando a la ayahuasca una planta que se llama borrachero, conocida en la ciudad como burundanga, la cual, al contrario del yagé, es peligrosa y no permite que quien la tome esté consciente de lo que está pasando”, recalca el taita.

Entre el 24 y el 28 de julio del año 2000, la Unión de Médicos Yageceros de la Amazonia Colombiana (Umiyac) se reunió en el resguardo indígena de Buenavista, en el río Putumayo, para aprobar un código de ética médica indígena, en el que explica qué es el yagé y su importancia curativa.

Según el acuerdo, el yagé es el ‘rey de los vegetales’ y la madre de todas las plantas medicinales.

“Con él aprendemos nuestra sabiduría, conocemos las plantas medicinales y los remedios de la naturaleza para el diagnóstico de todas las enfermedades y curar muchas de ellas”, dice.
También califica como intransigentes las afirmaciones de la medicina occidental, que califica al yagé como una planta alucinógena, tóxica y que induce al ‘vicio’.

Luis Flórez, un mestizo de madre de la etnia inga, prepara un yagé de color marrón oscuro. Hacerlo le puede llevar hasta tres días seguidos al pie del fogón, batiendo el bebedizo mientras canta al ‘gran chamán’ para pedirle que lo ayude a hacer una pócima con la consistencia correcta y en el punto exacto.

La ceremonia dura toda la noche. Comienza primero con una charla sobre lo que se debe o no hacer antes durante y después de la toma del bebedizo. Por ejemplo, en los días previos están vetados el alcohol, las carnes rojas y sustancias psicoactivas como la cocaína.
Quienes lo hagan pueden sufrir una experiencia bastante fuerte, pues el yagé actuará con toda su energía para desintoxicarlos, advierte. El taita reflexiona además sobre la importancia de cuidar el planeta y agradecer por lo que este le entrega al hombre para vivir.


Tras las recomendaciones, y después de amarrarse su melena ceniza y larga, Flórez invita a quienes tomarán a que hagan un círculo en la maloca que tiene en la vereda Los Andes, a unos 30 minutos del centro de Mocoa. En el suelo, en el centro de la estructura de madera y hojalata, hay cuatro velas encendidas, en cruz. Las acompaña un jarrón de flores, conocidas como maraquitas debido a su forma, similar a la del instrumento musical. También un palo santo encendido que expulsa de su interior un aroma, junto a una olla de barro con agua.

Entonces, Flórez recibe la autorización del que llama el ‘gran padre’ para continuar con el rezo y con los cánticos sagrados al bebedizo, muchos de ellos inspirados en las aves selváticas de la región. Su voz la acompaña la música de tambor, flauta y armónica, en un proceso que dura cerca de 20 minutos.

En ese momento está listo el yagé para sacarlo de un tarro plástico, pasarlo a un tazón esmaltado y mezclarlo con agua.
Cuando el taita confirma que se puede beber, se sirve en una pequeña totuma una cantidad equivalente a la de un trago doble, se lo lleva a la boca y lo traga pausadamente con agua; la mitad primero y luego el resto.

El efecto no aparece hasta después de media hora, y mientras tanto Flórez comparte sus instrumentos musicales con los participan del ritual para que lo acompañen en los cánticos sagrados. Según él, potencian la medicina.

El yagé es una purga. Muchos vomitan en más de cinco ocasiones o les da diarrea, o las dos cosas al tiempo. Todo depende, recuerda el chamán, del propósito y la confianza que cada persona le ponga al remedio sagrado.

Para los taitas del Putumayo, el yagé seguirá presente en su vida y en la de los habitantes del piedemonte amazónico hasta que Dios lo quiera, pese a las adversidades y cuestionamientos que esta planta enfrenta. Afirman que la clave de una buena experiencia con su medicina sagrada depende del corazón de quien la prepara.

Por eso, es la misma comunidad la que los gradúa como médicos indígenas de prestigio. De estos hay muy pocos. En la mayoría de las etnias el número de taitas con alto grado de responsabilidad no pasa de siete, y todos son mayores de 60 años o próximos a esa edad.

Glosario:
Yagé: Ayahuasca
Taita: Médico tradicional de la Selva Colombiana
Artículo editado por el CISEI
Fuentes:

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