jueves, 10 de diciembre de 2020

Brasil: El camino de las semillas


10 diciembre, 2020 por Red Latina Sin Fronteras

Somos como semillas
El Camino de las Semillas #3 

Por Talita Tamikuã Pataxó, Tierra Indígena Comexatibá- Prado, Extremo sur de Bahía

Nací en una cultura y tradición que tiene como misión honrar a la naturaleza, vivir de ella y para ella. Soy nieta de pajé[i], una mujer pajé, lo que hizo mi conexión con la naturaleza más fuerte aún. Mi pueblo es un pueblo que honra mucho la abundancia y cuenta que antiguamente era mucha la abundancia que la naturaleza ofrecía. Una abundancia que iba desde el mar hasta la tierra. Soy de una generación que encontró solo un poco, muy poco, de esa abundancia.

Yo recuerdo ver a mi bisabuela llorando a la orilla del jirau[ii], yo era muy pequeña, no entendía. Ella lloraba porque sentía pesar de sus nietecitos, porque vendrían tiempos difíciles. Hoy entiendo cada una de sus lágrimas. Ella lloraba nuestros alimentos que, a cada día, disminuye. Hoy, lucho por la soberanía alimentaria para mi territorio, con un pueblo sabio y fuerte que sabe la hora correcta para plantar y cosechar, que pide permiso para entrar en la naturaleza.

Sin Territorio, no hay vida

Me encuentro a la orilla de un lugar conocido como “Costa del Descubrimiento”, donde fue el primer contacto con los malditos portugueses. Cuentan nuestros ancianos que, cuando los portugueses llegaron –inmundos y enfermos-, los pueblos originarios los cuidaron y trataron sus males. Fue la medicina indígena que curo a muchos de ellos. En contrapartida, recibimos odio, ira, explotación y genocidio. En nombre de una supuesta civilización, los pueblos originarios tuvieron sus lenguas y modos de vida perseguidos. Algunos, inclusive, fueron declarados extintos, lo que es una gran mentira. Esa palabra, “civilización”, es demasiado pesada para mí. Es lo mismo que la colonización. No es por acaso que, nosotros, los indígenas desconfiamos de los colonizadores, que ya traían ese odio en su interior. El colonialismo persiste actualmente y continúa intentando exterminarnos. Por eso, yo no creo que exista diálogo y asociación con el latifundio, con el capital, con el Estado – todo eso representa la continuidad del sistema colonial.

Desde el comienzo de la colonización, nuestro pueblo ha sufrido con la devastación de la Mata Atlántica[iii]y el robo de las maderas nativas. Más tarde, cerca de 1884, empezó también la brutal extracción de la arena monacítica. Oficialmente, la colonización ya se había acabado, pero esa “nueva” explotación intensificó lo que ya sucedía antes, o sea, la destrucción del bosque. La minería de la arena acabó en 1990, pero dejó grandes marcas.

Actualmente, nuestra área viene siendo devastada por el monocultivo de eucalipto. A mediados del siglo XX, grandes empresas como Flonibra y la Brasil-Holanda llegaron a la región. Sufrimos mucho con ese monocultivo – la industria de celulosa ha destruido nuestras nacientes, nuestros ríos y nuestro suelo, y, muchas veces, esto afecta nuestros labrados. También hemos tenido que enfrentar a los grandes hoteles y a la especulación inmobiliaria que han intentado prohibir nuestro acceso a la playa. Nosotros, los pueblos nativos, poco a poco, somos impedidos de ir a buscar pescados.

Hay una canción cantada por Tia Maria Mayá (Pataxó Hã-hã-hãe) que dice: “cuando el indio llora, es por falta de terreno”. El terreno (terreiro) es esencial para nuestra libertad, para la semilla, para todo el encantamiento, para el respeto, para mantener la conexión.

Tanto en la costa –el ambiente de la playa- como en el sertão[iv]–al interior del bosque- , grandes fuerzas económicas, con el apoyo del Estado, buscan saquear nuestra región. Por la injusticia del Estado brasileño, no tenemos aún nuestro territorio demarcado. Sin territorio, no hay vida. Nuestra mayor lucha es por nuestro territorio, que ha sido devastado por el Capital. Ya son 520 años de permanecer firmes a esas enseñanzas de la naturaleza transmitidas por ellas, mis ancestrales. Hoy, mi misión es más necesaria.

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