viernes, 9 de junio de 2017

El mainumbí y el cururú - Leyenda guaraní


Tupá estaba dando forma a la creación y la vio muy bella. Decidió poblar los aires y las aguas y formó las aves y los peces, llenándose de alas y de nidos. Tan entusiasmado estaba Tupá con su obra alada, que resolvió hacer una joya que surcara el aire despertando la admiración de todos por su belleza, por su color, por su aspecto, por su forma de volar. Tomó un poco de arcilla, muy poca, y le dio una forma graciosa de leve aspecto; le agregó las alitas tenues y movedizas, una cola preciosa; un pico muy fino y largo para que la nueva avecita lo pudiera introducir en las flores en busca del néctar contenido en su interior, y cubrió el cuerpecito de finísimas y sedosas plumas. Mezcló luego los más bellos colores con rayos de sol para darles reflejos irisados y con ellos pintó las plumitas de la nueva avecilla que, ya terminada, batió sus alas pequeñas y en vuelo gracioso y sutil comenzó su recorrido de flor en flor, temblando sobre ellas y sin posarse en ninguna. Según los guaraníes, la llamó mainumbí. Tupá, satisfecho, la miró alejarse, seguro de haber creado la más bonita, la más graciosa, pequeña y sutil de las aves, solo comparable a la más hermosa flor.

Añá, el diablo, por envidia, quiso hacer una creación parecida y tomó arcilla y la pintó con los únicos colores que le quedaban: verde, negro y amarillento. Miró su obra creyendo que podía competir con la de Tupá, la acarició, la levantó en el aire e intentó hacerla volar. Cuando lo hizo, su criatura cayó pesadamente al suelo. No era un ave sino el cururú (sapo).


Una bella recreación de esta leyenda es la que realiza el escritor chaqueño Gustavo Roldán en su libro Cuentos con pájaros, concretamente en el Cuento con plumas y sin plumas, el sapo es reemplazado por el murciélago, que para mi gusto es mucho más feo que el sapo, a quien le tengo tanto afecto por su tarea sanadora para la gente del campo y su contribución a la ecología. En el cuento, el autor, hace el relato más familiar y simpático, contando de un mal día para Dios porque vino la palomita a decirle “que en el mundo andaban a las patadas, que el diablo estaba haciendo barbaridades, pero lo peor de todo, era que se le había quemado la yerba del mate”. A fin de cambiar la mala suerte, se puso a hacer “una de las cosas que más le gustaban: crear nuevos pajaritos”. Amasó un poco de barro y le dio la forma de un pajarito que no existía. “Como por arte de magia, el más hermoso de los picaflores salió volando, haciendo brillar todos sus colores de arco iris… se quedó mirando la maravilla del vuelo del pajarito más chico que hubiera inventado… Esa tarde, los ángeles le escucharon silbar y tararear un montón de chamamés de esos que ni te cuento… Mientras tanto, el diablo que lo había estado espiando, intentó hacer lo mismo y al soplar sobre la mezcla, vio salir volando a un murciélago”. Se ve que la envidia no produce nada bueno.

 *El texto pertenece al libro “Colibrí, chispa pregonera de vida nueva” de Dora Giannoni, edición de la autora, 2015

2 comentarios:

  1. Hermoso texto!
    En realidad el murciélago tiene una muy linda misión sobre la tierra, ademas de una belleza inusual.

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