domingo, 29 de enero de 2017

Tiempo de silencios


Dicen que el mundo cansa, entonces, no queda otra que alejarse del mundanal ruido - que nosotros también colaboramos a crear - para recobrar ese mínimo de paz espiritual sin el que seguiríamos siendo primates civilizados o humanos asilvestrados.

Lo peor es cuando uno tiene que descansar de uno mismo, abstraerse del murmullo incesante de las neuronas desechando opciones, emitiendo juicios estúpidos u opiniones sesudas. El ruido que atraviesa por el eje, de punta a punta de la conciencia, se confunde con el latir del corazón y los crujidos de las tripas; difícil dilucidar un mínimo atisbo de paz.

Todos deberíamos reservar un momento para descansar de uno mismo, huyendo del cansancio que produce querer hacerlo todo bien y, en demasiadas ocasiones, no acertar más que a titubear antes de subir al pedestal de turno - al que hemos jurado no volvernos a encaramar desde la última vez que nos caímos, dándonos esos porrazos que tanto duelen y enseñan...

Es necesario y saludable tomarse un tiempo de silencios - por lo menos a mí me hacen bien - Aunque después comienza la comezón de la sociabilidad y asomo la cabeza a ver si alguien en el mundo se ha acordado de que existo.

Todavía funciona, pero puede que llegue un día en que nadie me busque o me llame y, simplemente, me no me importe tanto como creía. Para eso creo que me voy preparando, porque habré aprendido a ser feliz conmigo misma sin necesitar a nadie.

Pero todavía falta para eso, estoy trabajando para lograr ser una muy buena alumna en la asignatura de la soledad.

Teresita Seminara



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