domingo, 29 de enero de 2017

El Gran Triángulo de los esclavos.


Probablemente, una de las hipocresías más grandes en que han incurrido los cristianos en la Historia Universal, es que muchos de ellos se ensuciaron las manos en un comercio que niega por completo la igualdad entre los seres humanos que predicó Cristo, cual es el de los esclavos. En la temprana Edad Media había la excusa de que los esclavos existían desde la Antigua Roma, al menos, pero en los Tiempos Modernos, cuando estaba casi extinguida en Europa, la esclavitud encontró no sólo un nuevo campo fértil por el cual avanzar, sino que se sistematizó hasta extremos antaño quizás inconcebibles.

En efecto, los esclavistas desarrollaron, entre los siglos XVII y XIX, un comercio atlántico perfectamente sistematizado. Las naves zarpaban de Inglaterra llevando mosquetes, ginebra y baratijas para comprar esclavos en Africa, después zarpaban de Africa hacia Estados Unidos llevando los esclavos, y desde Estados Unidos viajaban de regreso a Inglaterra con algodón, azúcar, ron y madera. A esto se lo llamó el Gran Triángulo.


Los esclavos eran transportados en condiciones absolutamente inhumanas. Aún en el puerto, se les marcaba con un hierro al rojo vivo que poseía las iniciales del comerciante que trataba con él; de este modo podía identificársele en caso de que pretendiera escapar. Antes de zarpar, era frecuente que algunos esclavos, desesperados, intentaran suicidarse o huir; en tales casos podían ser fusilados, o bien solían ahogarse. Una vez en viaje, eran hacinados en bodegas bajo la cubierta, sin ventilación, hasta el punto que no podía mantenerse encendido un candil, por la falta de oxígeno. Se estima que entre el 10 y el 20 por ciento de los esclavos transportados en estas condiciones fallecía durante el viaje.

A comienzos del siglo XIX, el Parlamento de Gran Bretaña inició una fuerte campaña para acabar con la esclavitud. En 1806 lo consideró "contrario a los principios de justicia, humanidad y sana política". El principal promotor de la abolición fue William Wilberforce, un político y filántropo británico, quien debió lidiar con los intereses comprometidos de los esclavistas, pero que finalmente se salió con la suya cuando se proclamó la abolición en 1833. Aún así, ésta no fue automática. Así, los propietarios de esclavos en las Indias Occidentales, por ejemplo, debieron ser indemnizados con 20 millones de libras esterlinas, para que accedieran a liberar a sus esclavos. En Estados Unidos, fue después de la Guerra de Secesión (1861-1865) que desapareció la esclavitud, y sólo entonces pudo asestársele el golpe de gracia a este comercio.

Fuente>Siglos Curiosos
https://sigloscuriosos.blogspot.com.ar/search/label/Africa

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