miércoles, 15 de junio de 2016

Quepido, hijo mío


Pegadito a mi espalda, calentito te llevaba cubierto por el calor de los colores infinitos de tu awayo. Cruzamos ríos y subimos montañas. Mi espalda y tu awayo fueron tu cuna, tu balcón, tu casita, desde allí me acompañaste las noches de fiestas dormidas en coplas y en mis largas peregrinaciones cargué tus dulces sueños, te reías quepido a mi dura espalda desde allí me viste trabajar la tierra cosechar las papas. Quepido, hijo mío, así te crié como me enseñó mi Mama hasta que distes tus primeros pasos inocentes de niño kolla.

Sergio Daniel González



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