miércoles, 13 de mayo de 2015

Amanecer en una Comunidad Mbya Guaraní




Se acerca el amanecer y mientras la claridad se filtra entre los montes y va bañando lentamente el conjunto de chozas de una Comunidad Mbya Guaraní, se escucha un canto largo y profundo.

Es la plegaria que el chamán recibió en sueños y que ahora entona su gente, pidiendo al Padre Ñamandú iluminación y fortaleza de corazón para alcanzar una vida digna.

Acompañándose de una especie de guitarra rústica, el ritmo de las tacuaras que golpean contra el suelo (takuapus) las mujeres, el chamán cumple este antiguo ritual con el cual los Mbya Guaraníes inauguran el día, reflexionando sobre la condición humana y su relación con los dioses.

Fotografía: Luciana Rennó
Para el guaraní, la palabra es canto, danza y oración para comunicarse con los dioses. El ser guaraní se identifica profundamente con la palabra y ésta marca el rasgo esencial del hombre, desde el momento en que éste es engendrado. En el acto de unión amorosa, el padre comunica la palabra soñada a la madre, que queda preñada de esta palabra. El ser humano es una encarnación de la palabra.

Del mismo modo, el chamán guaraní, sentado en su apyka de cedro, en la profundidad del sueño concibe la palabra, la que se engendra y nace igual que el hombre. Y esta palabra es instrumento de perfección, a través de la cual el guaraní se hace más sabio y más hombre. Es la materia con la cual el hombre desarrolla su mayor talento y la que puede redituarle su mayor prestigio. La virtud más alta del guaraní está en su capacidad de creación poética, de concebir y expresar las Ñe’e Porã, las palabras hermosas…

Fuente: Sonqoñan

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