En el año 1826, el
gobierno de Bernardino Rivadavia, contrató al oficial prusiano Rauch, nada
menos que para matar indios, su misión era limpiar la pampa bonaerense de los
ranqueles, esos hermosos indios que poblaban estas zonas con absoluta libertad.
Lo que no intuía el
prusiano Rauch es que alguien estaba observando su modus operandi de la muerte.
Sucede que una vez que el genocida terminaba su obra de destrucción, arengaba
para donde haya arbustos y campo cerrado. Por semanas alguien, lo estaba
mirando. Era un muchacho delgado pero robusto, alto y bien melenudo. De lejos,
con su larga cabellera parecía un pino, su nombre Nicasio Maciel, más conocido
como Arbolito.
Los días se
sucedieron, Arbolito observaba, esperaba, y cuando pudo, tal un tigre esperando
su víctima, boleó el caballo del prusiano genocida y degolló al General
europeo.
Rauch, el prusiano
genocida
Rauch, nacido en
Weinheim (en ese momento Prusia, actualmente Alemania), llega a la Argentina en
1819 contratado para extender la frontera de la "civilización" sobre
la "barbarie" (o sea un mercenario).
Al llegar al país fue
contratado por el gobernador Martín Rodríguez, para realizar campañas contra
los indios que estaban al sur de la frontera. Se destaca en su noble labor, al
exterminar sin piedad a numerosos indios. Su táctica era simple: asesinaba a todo
indio que se le cruzara, sin importar sexo ni edad. La oligarquía quedó
encantada con la rapidez y eficacia con que Rauch "limpiaba" las
tierras, es por eso que asciende rápidamente en la escala militar hasta llegar
a teniente coronel.
En 1926 el presidente Rivadavia -tentado por la eficacia del genocida prusiano- le asigna la tarea de eliminar a los nobles ranqueles de las pampas. Ni lerdo ni perezoso, Rauch parte de inmediato hacia el sur y en poco tiempo extiende la frontera de manera importante, favoreciendo así a mas de 500 terratenientes que recibieron grandes porciones de tierra arrebatadas a los ranqueles de manera gratuita.
En 1926 el presidente Rivadavia -tentado por la eficacia del genocida prusiano- le asigna la tarea de eliminar a los nobles ranqueles de las pampas. Ni lerdo ni perezoso, Rauch parte de inmediato hacia el sur y en poco tiempo extiende la frontera de manera importante, favoreciendo así a mas de 500 terratenientes que recibieron grandes porciones de tierra arrebatadas a los ranqueles de manera gratuita.
Tan querido era por
algunos, que hasta le han dedicado un poema de dudosa calidad literaria. En
este poema Juan Cruz Varela lo llama "espanto del desierto". Rauch se
andaba con menos vueltas para responder las loas con sus partes militares:
"hoy ahorramos balas, degollamos a veintisete ranqueles". Osvaldo
Bayer cuenta que en sus partes dice esto de los indios ranqueles: "los ranqueles
no tienen salvación, porque no tienen sentido de la propiedad".
Arbolito y sus
boleadoras
Tres años duró su
excursión genocida a los indios ranqueles, que terminó como se lo merecía. En
1929, en la batalla de las Vizcacheras, Rauch como en todas las batallas va al
frente de su tropa. Lo que no sabía era que esta vez era la última. Agazapado,
Nicasio Maciel "Arbolito", lo espera y cuando se encuentra a tiro le
bolea el caballo. El Coronel Rauch iba a 200 metros delante de su tropa
blandiendo su espada demostrando su valentía, y 200 metros más adelante no
imaginaba lo que le estaba esperando en una hondanada: el héroe de Las Pampas,
Arbolito, en una hondonada, un joven ranquel que cansado de ver a tantos
hermanos morirse. Lo esperó solo con unas boleadoras, con un cuchillo y cuando
paso este coronel a toda velocidad con su corcel, se le fue detrás, le boleó el
caballo, cayó el militar europeo, y Arbolito procedió a cortarle la cabeza. Así
vengó a tantos hermanos.
La ciudad de Buenos
Aires recibió con toda pompa el cadáver del militar europeo muerto de esa
manera. Señalan los historiadores que fueron las “exequias más ricas” de todo
ese período argentino.
Arbolito se perdió en
la inmensidad de las pampas. La ciudad donde ocurrieron los hechos hoy se llama
Coronel Rauch y muchas calles recuerdan al oficial prusiano, pero ninguna al
héroe de las pampas, el querido Arbolito.
Fuente: Taringa!
La historia la escriben las que ganan, o los que tienen el poder!
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